El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, y el lehendakari Iñigo Urkullu, han demostrado ser dos personajes de la política menor de España, al hacer un papel de niños enfadados en el Congreso de los Diputados en la proclamación del rey Felipe VI. Aplaudieron brevemente en la entrada del Rey al hemiciclo y apenas al final, pero no aplaudieron las intervenciones del nuevo monarca, ni siquiera cuando este ha valorado las lenguas cooficiales y ha finalizado su discurso dando las gracias en catalán, euskera y gallega.
Nadie les ha obligado a ir a la coronación si se sentían incómodos y el espectáculo que han dado era innecesario y una prueba más de su intolerancia.
En Artur Más, ya nada puede causar asombro. Parecería que existe una desconexión entre lo que piensa, dice y luego hace. Al intentar justificar su actitud dijo que no aplaudió porque en el discurso Felipe VI, no dijo nada nuevo.
Luego en una entrevista en CNN cambia el “chip” y después del desaire al monarca dice estar convencido que el nuevo rey, podría mediar y facilitar el diálogo entre el Gobierno y la Generalitat de Cataluña, y resolver así el conflicto sobre la celebración de la consulta soberanista. “Apreciaríamos su mediación y ayuda, y estoy seguro de que él intentará hacer alguna cosa para resolver el problema”, expresó Mas.
Clarísimo, pide apoyo pero antes desprecia a quien podría ayudarle.
Por su lado Urkullu dijo en una entrevista previa a su viaje a Madrid: “No es conveniente mezclar pleitesía con cortesía”. El lehendakari Iñigo Urkullu ha apelado a su “responsabilidad como representante institucional” para acudir al Congreso de los Diputados en Madrid a la proclamación de Felipe VI como Rey.
En fin sobre lo que quiso decir, el sólo se entiende. No vale la pena tratar de entenderlo.
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