
Como expresara, cuatro caminos y un objetivo; cinco elementos, esencia de la vida del hombre sobre la faz de la tierra y por ende, número de gran importancia esotérica para muchos grupos de iniciados.
El cinco es el símbolo vivo del hombre y su base espiritual, siendo su representación más viva la estrella de cinco puntas, acompañada en ocasiones por una flama que surge desde atrás, representando de alguna forma la fuerza interior que le hace vital, y de eso justamente estamos hablando cuando hacemos referencia a la ROSA y la CRUZ.
Al referirme a la CRUZ, evitaré enunciarla como a un instrumento dispuesto para la tortura, para la muerte tras el suplicio, y sí trataré de que juntos la percibamos como un fuerte símbolo esotérico, mágico y representativo del ser humano arquetípico y de sus posibilidades infinitas de expansión, aun trascendiendo a los tiempos biológicos para los que está concebido nuestro cuerpo material.
La cruz es considerada una especie de canal de transición entre lo material y lo espiritual por donde el ser humano trasiega en busca de sus estadios de superación.
El hombre es como una piedra bruta a devastar, transformándose tras largas jornadas en las canteras del auto conocimiento, del estudio profundo de su propia naturaleza, en perfecto bloque de rectas aristas; piedra ésta que nos dice de un secreto bien guardado y que solo a quien sabe mirar, buscar o escuchar, le será permitido develar.
En la piedra destinada a la construcción de nuestra casa interior anida la cruz; despleguemos al cubo para descubrirnos allí, tan largo cual seamos, transformados en este símbolo, y por ende en nexo entre materia y espíritu, entre el afuera y el adentro.
Algunas corrientes filosóficas refieren a la Cruz como a la escalera por la cual ascienden los espíritus hacía Dios, hacia la Luz Primordial.
La cruz es a mi juicio un símbolo de encrucijada, donde los brazos horizontales nos hablan esencialmente de la vida física y donde el punto de cruce con la vertical, refiere al momento en que hacemos el quiebre en nuestra vida física para empezar a transitar por los senderos del espíritu y por ende del despertar de la conciencia, misterioso portal a trasponer para acceder, a la ya nombrada trascendencia, reconociendo allí el más caro de nuestros sueños, encastrada utopía, el de estar presentes el instante después de la partida, el quedarnos, aun después de haber marchado.
Cuando referí al principio de esta lectura, al número 5, refería al cuatro más uno. El Cuatro establecido en la representación generada por el cruce de caminos, dado por cada uno de los brazos de la cruz, y así lo expresaba de alguna manera la inscripción puesta en el extremo superior de la cruz dispuesta para la muerte de Jesús, INRI, expresión para la tradición cristiana de: Jesús, Rey de los Judíos, y en Hebreo, iniciales que nos dicen del: Agua (IAM), del Fuego (NUR), del Aire (RUA) y de la Tierra, (IABESHOD). Es decir, a mi criterio, la confluencia o el cruzamiento de los 4 elementos para la generación o renovación de vida.
Finalmente aportaremos el quinto elemento, la ROSA, la cual dispuesta entreabierta sobre el cruce de los senderos de la vida, conforma el elemento akassiko o espiritual que da vida y motivo de ser para nosotros, de los otros cuatro elementos.
La Rosa entreabierta representa lo más hermoso del ser humano, el Amor que debe anidar en él para fluir hacia la luz, para transformarse en aquel iniciado, caminante de la vida que trabaja para el despertar de su conciencia.
La Rosa, el quinto elemento, representa a los hombres y mujeres de buena voluntad, a los seres humanos que hacen que aun hoy, la existencia de la raza humana valga la pena, y representa además el secreto mejor guardado del alma inmortal, a cubierto en el templo interior de esos buenos seres humanos.
Recordemos que es esta flor, emblema del amor y del bienestar, pero ella, hermosa, fragante y frágil, si bien está en apariencia, al alcance de nuestras manos, sólo podrá ser alcanzada tras el esfuerzo de sortear las punzantes espinas, como símbolo de que nada se obtiene sin el esfuerzo que implica el compromiso.
Algunas tradiciones hindúes refieren a la cabeza del hombre con el término de Rosa del alma, en virtud de que es allí donde aflora la energía vital que transita por la columna vertebral, surgiendo de acuerdo a la apertura que solo propicia la meditación y la búsqueda consciente de la iluminación que da el conocimiento.
Por lo que he expresado someramente en estos pensamientos, verán que cada brazo de la Cruz conforma una vereda nada fácil de andar, un camino a transitar por la tan vapuleada humanidad en su aspiración de renovarse, de ser diferente, de desprenderse de ese lastre de pequeñeces de que está conformada; única posibilidad para ir más allá de hoy, que desde puntos diferentes del orbe, converge en un centro coronado por la mágica flor, místico arcano, desde donde necesariamente irradia la energía del AMOR entre los hombres, trascendiendo a las religiones, razas y creencias, para bienestar, crecimiento y renovación de la raza humana.
Veamos pues a la Cruz como a una amplia mesa dispuesta para nosotros por el Creador del Universo, Luz Primordial de la que somos tenue resplandor; Vida pura, sus brazos abiertos hacia los cuatro puntos cardinales y sobre ella, el místico alimento del amor que la Rosa representa; solo hace falta que nos reunamos entorno a ella para servirnos de la fundamental energía de sus pétalos. Que así sea, nos lo merecemos.
JOSE LUIS RONDAN GODOY












