La vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel, enfrentada al presidente Milei, al igual que la presidiaria Cristina Kirchner se siente perseguida y en su delirio ve enemigos hasta en el baño. La paranoia de la nueva aliada del kirchnerismo parece no tener límites y a su escaso conocimiento del Senado -que ella preside- le suma la desubicación de la soberbia con un ego desmesurado que ya no sabe que hacer para hacerse notar.
“Ve muchas películas de espionaje y en cualquier momento pide ingresar como agente del FBI”, bromeó un viejo funcionario del Senado.
Es tan peligrosa la actitud de Villarruel que no mide el daño que le está haciendo a la democracia y según analistas ya comienza a parecerse demasiado a la condenada expresidenta CFK, en cuanto a la prepotencia y a la falta de discernimiento.
Quiere decididamente hacer caer al gobierno, explican expertos en temas políticos, porque en su mente se imagina asumiendo la primera magistratura, como salvadora de la patria que ella misma hoy intenta desestabilizar.
“Es una sociópata, es una enferma, capaz de cualquier tropelía”, explica un ex allegado a su círculo íntimo que pidió reserva por sus declaraciones y agregó que “esta enferma por ejercer el poder a cualquier precio”.
“Cada logro de Milei, la enferma aún más de lo que está”, acotó el informante que se alejó de la vice por su forma de actuar.
Por lo que se ve en principio le hace el juego al kirchnerismo, que antes la denigraba y ahora la aplaude.
Villarruel contrató a un militar retirado para extremar los controles en el Senado, donde ahora impera un clima policial, consignan medios argentinos
Según informa el portal La Política Online (LPO), el periodista Pablo Dipierri señaló que “Victoria Villarruel instrumentó un férreo control policial y de inteligencia en el Senado en un clima de extrema paranoia por la pelea con Milei y en especial con Santiago Caputo, que controla la SIDE.
El jefe de Seguridad del Senado, Claudio Gallardo, realiza de manera sistemática operativos de barrido en búsqueda de micrófonos ocultos en el despacho de Villarruel, que ya son el comentario obligado entre senadores, asesores y trabajadores de la casa”.
A esto se agrega la forma despótica de la vicepresidenta del trato con periodistas y reporteros gráficos al Congreso, impidiendo su entrada y la contratación de una empresa privada para detectar micrófonos; todo a costa de los contribuyentes.
La dictadura de Villarruel
Una senadora admitió ante LPO que en las últimas semanas se produjo una agudización del asedio de Gallardo. “Los de Seguridad controlan los movimientos de los empleados pero detectamos que, además, se van informando dónde estamos los senadores, si entramos a un despacho o al otro o si recibimos a tal o cual”, dijo a este medio.
La pregunta es… ¿Hasta dónde llegará el delirio de la vicepresidenta y su manejo intolerante del Senado?










