
En días anteriores la amenaza de una posible nacionalización de YPF pendía sobre la compañía. Hoy el anuncio ya está hecho y la expropiación es un proceso en marcha iniciado en el Senado de la Nación del país del cono sur americano. Según interpreto se trata de un desposeimiento selectivo por cuanto sólo afecta a casi todo el porcentaje en manos de Repsol. Ignoro las consecuencias inmediatas pero, a medio plazo, según el planteamiento serán víctimas los argentinos, accionistas y la economía estatal. Estamos, en todo caso, ante el inicio de la historia de una experiencia contra la lógica de la etapa económica actual. Veremos que resulta en lo concreto de todo esto, si se me antoja que debemos espigar la información para que surja todo lo que sucedió, sucede y sucederá en el futuro.
Sea como fuere, el pulso de Cristina Fernández y sus chicos viene de lejos, obedeciendo a una estrategia impuesta por elementos internos del peronismo además de por un juego de equilibrios que interesan a las ganancias particulares tanto como a las interacciones de agentes con pretensiones aviesas.
El esparcimiento está servido. España ha recurrido a sus socios europeos e incluso a sus amigos y aliados. En el plano interno rige la unidad, incluso los nacionalistas Vascos y Catalanes apoyan las acciones del gobierno en defensa de la empresa. La vulneración de los acuerdos de protección de inversiones con Argentina indigna por cuanto mañana cualquiera puede ser una nueva víctima. El golpe ha sido hasta mal articulado porque ni técnicamente aguanta, de querer seguir adelante quizás lo sólito sería realizar una oferta pública hostil de adquisición de acciones, por ejemplo. No se puede admitir una manifestación de exaltación patriotera sobre unos activos multimillonarios. España defenderá a la sociedad mercantil y Mariano Rajoy ha tomado estas circunstancias como cuestión de estado siguiendo el rastro de las respuestas contundentes que está caracterizando su ejecutoria de sus primeros meses de ejercicio. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, ha salido en defensa de España y por lo pronto ha suspendido la próxima cumbre bilateral prevista para próximas fechas. Está claro que las actuaciones y maniobras se darán en ámbitos diversos, desde el judicial al político, produciendo unos frutos de efectos indeseados para el país americano comenzando por la inseguridad jurídica que puede percibir, ya se urde, en la comunidad inversora internacional. Por otra parte la vía del expediente arbitral está expedita.
El Titanic entrañó una suerte de resumen de su época, en lo bueno y lo malo. Si representaba un paso adelante en la tecnología y sus capacidades también simbolizó el fracaso de ésta por chapuza o exceso de confianza, que de todo hay. Aquel buque sintetizaba las referencias temporales vividas y comprendidas a principios del siglo XX, así como los excesos y la ostentación de las clases pudientes.
La división rígida de condiciones sociales venía escenificada por las diferentes cubiertas y la escasa movilidad social que se advierte a la vista de los accesos a las mismas controlados, cuando no atrancados, para evitar que fueran franqueados y se mezclasen individuos de diferente casta. Otra imagen es la de la velocidad y el ansia por batir marcas a modo de meta técnica, interpretada en el episodio de la navegación por la zona de icebergs. Después vino la I Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique y la Crisis del 29 en las postrimerías de los locos años veinte. Los naufragios no solo se dan en los mares, las navegaciones negligentes afectan a los países cuando sus responsables y presuntos líderes, muchos efímeros, se envuelven en la enseña patria para justificar decisiones arriesgadas expuestas al mundo y a los mercados. No se debe retozar con lo que te da alimento porque puede resultar que la jugada salga desgraciada cuando los afectados son terceros, ciudadanos al cabo, que poco tienen que ver con los entresijos.
En este año bisiesto tuvo que declarar como imputado ante la justicia española el yerno del Rey Juan Carlos, un trago desagradable para la casa real. Hace días el nieto del monarca e hijo de la infanta Elena se pegó fortuitamente un tiro en un pie, la condición de menor, el descuido de su padre y la circunstancia legal que no permite a los menores de catorce años manejar armas de fuego complica las cosas. A lo anterior se suma que el jefe del estado sufrió un accidente en una cacería de elefantes llevada a cabo en Botsuana, a resultas de una caída en el “campamento” se fracturó, en varios segmentos, una cadera ya maltrecha. Además la reina se encontraba fuera de la nación, concretamente en Grecia, para celebrar la “pascua ortodoxa” con su familia. La esposa no regresó cuando su marido fue operado, llegó al final tarde y mal. La eventualidad exhibió al coronado ante una opinión pública muy sensibilizada por la crisis y a una crítica explícita por parte de los sectores republicanos; incluso el Secretario General de los socialistas madrileños, Tomás Gómez , ha exteriorizado su malestar defendiendo que el soberano no puede llevar una doble agenda, a salvo de que abdique. En esa línea se ha manifestado el sociólogo Amando de Miguel.
Ambos casos, Juan Carlos y Cristina Fernández, nos llevan a recordar las aventuras de Tartarín de Tarascón ese personaje entre Quijote y Sancho Panza para pena de los ciudadanos.









