Francisco: 'La violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena'

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El Papa en Turquía (CTV)
El Papa en Turquía (CTV)
El Papa Francisco, luego del encuentro con las Autoridades en el Palacio Presidencial turco, se dirigió a la sede del DIYANET, el Departamento para los Asuntos Religiosos en Turquía, la más alta autoridad religiosa de ese país.
Después de un encuentro privado con el Presidente del DIYANET, ambos se dirigieron a los medios de prensa.
El Pontífice en su discurso resaltó las “buenas relaciones y el diálogo entre los dirigentes religiosos” de ese país, esto dijo, es “un claro mensaje dirigido a las respectivas comunidades para expresar que el respeto mutuo y la amistad son posibles, no obstante las diferencias”.
Posteriormente dirigiéndose a los dirigentes religiosos señaló que, “tenemos la obligación de denunciar todas las violaciones de la dignidad y de los derechos humanos. La vida humana, recordó el Papa, es un don de Dios Creador y tiene un carácter sagrado”. Por tanto, denunció Francisco, “la violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena, porque el Todopoderoso es Dios de la vida y de la paz”.
En su alocución, Francisco expresó “Es tradición que los Papas, cuando viajan a otros países como parte de su misión, se encuentren también con las autoridades y las comunidades de otras religiones. Sin esta apertura al encuentro y al diálogo, una visita papal no respondería plenamente a su finalidad, como yo la entiendo, en la línea de mis venerados predecesores. En esta perspectiva, me complace recordar de manera especial el encuentro que tuvo el Papa Benedicto XVI en este mismo lugar, en noviembre de 2006”.
Luego apuntó: “Hay efectivamente guerras que siembran víctimas y destrucción; tensiones y conflictos interétnicos e interreligiosos; hambre y pobreza que afligen a cientos de millones de personas; daños al ambiente natural, al aire, al agua, a la tierra.
La situación en el Medio Oriente es verdaderamente trágica, especialmente en Irak y Siria. Todos sufren las consecuencias de los conflictos y la situación humanitaria es angustiosa. Pienso en tantos niños, en el sufrimiento de muchas madres, en los ancianos, los desplazados y refugiados, en la violencia de todo tipo. Es particularmente preocupante que, sobre todo a causa de un grupo extremista y fundamentalista, enteras comunidades, especialmente – aunque no sólo – cristianas y yazidíes, hayan sufrido y sigan sufriendo violencia inhumana a causa de su identidad étnica y religiosa. Se los ha sacado a la fuerza de sus hogares, tuvieron que abandonar todo para salvar sus vidas y no renegar de la fe. La violencia ha llegado también a edificios sagrados, monumentos, símbolos religiosos y al patrimonio cultural, como queriendo borrar toda huella, toda memoria del otro”.
El deber de denunciar las violaciones de la dignidad y de los derechos humanos
El Sumo Pontífice afirmó que “Como dirigentes religiosos, tenemos la obligación de denunciar todas las violaciones de la dignidad y de los derechos humanos. La vida humana, don de Dios Creador, tiene un carácter sagrado. Por tanto, la violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena, porque el Todopoderoso es Dios de la vida y de la paz. El mundo espera de todos aquellos que dicen adorarlo, que sean hombres y mujeres de paz, capaces de vivir como hermanos y hermanas, no obstante la diversidad étnica, religiosa, cultural o ideológica.
A la denuncia debe seguir el trabajo común para encontrar soluciones adecuadas. Esto requiere la colaboración de todas las partes: gobiernos, dirigentes políticos y religiosos, representantes de la sociedad civil y todos los hombres y mujeres de buena voluntad. En particular, los responsables de las comunidades religiosas pueden ofrecer la valiosa contribución de los valores que hay en sus respectivas tradiciones. Nosotros, los musulmanes y los cristianos, somos depositarios de inestimables riquezas espirituales, entre las cuales reconocemos elementos de coincidencia, aunque vividos según las propias tradiciones: la adoración de Dios misericordioso, la referencia al patriarca Abraham, la oración, la limosna, el ayuno… elementos que, vividos de modo sincero, pueden transformar la vida y dar una base segura a la dignidad y la fraternidad de los hombres”.
Francisco puntualizó: “El común reconocimiento de la sacralidad de la persona humana sustenta la compasión, la solidaridad y la ayuda efectiva a los que más sufren. A este propósito, quisiera expresar mi aprecio por todo lo que el pueblo turco, los musulmanes y los cristianos, están haciendo en favor de los cientos de miles de personas que huyen de sus países a causa de los conflictos. Y esto es un ejemplo concreto de cómo trabajar juntos para servir a los demás, un ejemplo que se ha de alentar y apoyar”.