Las llaves y las rodillas

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Javier García, diputado del Partido Nacional de Uruguay
Javier García, diputado del Partido Nacional de Uruguay
El acto de entregar las llaves de Montevideo a la presidenta menos querida de América Latina, y que menos nos quiere, es mucho más que una diferencia política de la oposición con el gobierno. Hacerlo es parte de un signo de estos tiempos que supone que las ideologías, si es que el kirchnerismo tiene ideología, están por encima de los intereses nacionales.
Lo reflejó bien la Intendenta Olivera al llamarla “compañera”, la calificó con sinceridad según lo que le importa: su cercanía ideológica. CFK es una “compañera”, y por lo tanto se le perdona un “momento de locura”. El dirigente sindical que habló representó también esto. En su piropo cortés, porque lo fue, le advirtió que no hay que darle argumentos a la oposición. Esa misma galantería no deben tenerla los miles que quedaron sin empleo con los puentes cortados por los Kirchner, o los que quedarán sin posibilidades de trabajo en el sector turismo por las medidas anti uruguayas de Cristina Fernández.
El rechazo sin embargo no solo existe en Uruguay por sus medidas contra nosotros, sino por una práctica política que representa lo peor de un patoterismo facista, negador del pluralismo y la diversidad, perseguidor de las opiniones contrarias y manipulador del poder con corrupción y prebendas incluidas. Una presidenta que viaja con patota que canta para ella y que entró a un acto severamente custodiado, con el visto bueno del gobierno uruguayo.
“La Cámpora”, que así se llama esta barra brava ideológica, se movía sin pudor ni respeto en un ente público propiedad del pueblo uruguayo y donde sus autoridades tienen prohibido hacer política partidaria. No obstante el peronismo lo usó de estrado como si fuera la Plaza de Mayo.
Dijo un jerarca municipal que hubiera sido un papelón no darle las llaves de Montevideo. Es justamente al revés, el papelón histórico es dársela, porque ni es amiga ni solidaria ni ha hecho aporte alguno que lo merezca, pero además representa la negación de la tolerancia y el respeto en términos de pluralidad que es de lo que nos hemos jactado de ser como Nación.
Sendic quiso tener su cuarto de hora con fiesta propia y CFK aprovechó para cobrarse el improperio que le hizo Mujica hace unas semanas atrás cuando la trató de “vieja”. Pagamos con las llaves de Montevideo la mala educación presidencial y además nos metimos en la campaña argentina permitiendo actos kirchneristas aquí y reconocimientos que no se merece CFK y que no tienen ningún respaldo popular.
La presidente argentina es merecedora del “respetuoso desprecio” del pueblo uruguayo. Una cosa es el respeto institucional por la presidenta y otra es aplaudirla y andar de sonrisas melosas y piropos con quien no anda con vueltas para golpear traicioneramente al Uruguay, sin importarle ni el trabajo ni el esfuerzo de los uruguayos y atentando contra él. En política internacional está claro que los intereses del país son lo importante y no los clubes ideológicos que no sirven para nada, ni los palmoteos ni los tuteos “compañeros” que se olvidan y traicionan apenas se dan vuelta los ingenuos.
Debería estar claro que con ninguno en general pero menos con gente como CFK es buena cosa andar de genuflexiones que probadamente no dan buenos resultados. No hay que ser tontos y creerse más inteligentes que los demás, con el gobierno argentino somos vecinos respetuosos, pero de pie y no de rodillas