La derrota de Jara y el ascenso de Kast en Chile: un remezón que también alcanza a Uruguay

La izquierda regional ya no es la corriente dominante. Sudamérica se mueve hacia otra dirección, una donde la seguridad, el orden y el pragmatismo económico desplazan a las grandes narrativas transformadoras

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Presidencia de Uruguay - Foto ICN Diario

El mapa político sudamericano volvió a moverse, y esta vez lo hizo con la fuerza de un sismo ideológico. La derrota de Jeannette Jara en Chile —un revés que devuelve a la derecha el control de La Moneda— ya había encendido señales de alarma en la izquierda regional. Pero el temblor no terminó allí. A esta derrota se suman dos golpes aún más profundos: el derrumbe del MAS en Bolivia tras 20 años de hegemonía y la reelección de Daniel Noboa en Ecuador, consolidando un gobierno no afín a la izquierda.

El resultado es inequívoco: la izquierda atraviesa su retroceso más marcado en Sudamérica desde principios de los años 2000. Y Uruguay, guste o no, queda en el centro de un nuevo clima regional que reconfigura prioridades, alianzas y horizontes. Con Brasil es diferente porque Lula sabe congeniar -aunque le duela- con gobiernos de derecha y principalmente con Trump y sino solo basta ver el llamado del brasileño a Maduro, cumpliendo una gestión, sin dudas, del gobierno estadounidense y por esto consiguió la rebaja de los aranceles de productos y que EEUU le quitara la sanción al cuestionado juez del STF, Alexandre de Moraes y a la esposa.

La Argentina de Milei se consolida logrando la primera minoría en el Congreso, mientras el kirchnerismo se desbarranca con Cristina Kirchner presa y con otra trama de corrupción, la causa “Cuadernos de las Coimas”, que promete más años de prisión de la expresidenta.

Ante esto, Uruguay queda solo en el Mercosur, porque Lula pronto se adapta y no buscará enfrentamientos con los Estados Unidos, donde hoy parece vivir una luna de miel con el gobierno de Trump.

Lo ocurrido en Bolivia no es solo una derrota para la izquierda regional: es un símbolo. Tras dos décadas de control casi absoluto del Movimiento al Socialismo, la izquierda quedó reducida a cifras de marginalidad electoral, con su principal candidato cosechando apenas un 8% y el MAS desplomándose al sexto lugar con 3,14%.

La fractura interna entre Evo Morales y Luis Arce, una economía golpeada por inflación y escasez, y el voto castigo de un electorado cansado sellaron un giro histórico. Lo que antes era un bastión de la izquierda ahora es un país donde más del 60% de los votos se inclinan hacia opciones conservadoras.

Bolivia, además, ingresa al Mercosur en pleno giro ideológico, lo que tendrá repercusiones inmediatas en el bloque que Uruguay integra. Y no serán menores.

Ecuador: Noboa fortalece un proyecto ajeno a la izquierda

El caso ecuatoriano refuerza esta tendencia. Con la reelección de Daniel Noboa —quien, pese a su retórica centrista, exhibe posturas económicas de derecha y una agenda social conservadora— Ecuador se suma a los países de la región que consolidan gobiernos alejados del progresismo.

No es un accidente: Noboa no solo representa un proyecto tecnocrático y promercado, sino que su victoria reafirma que el correísmo, antes columna vertebral de la izquierda regional, ya no tiene capacidad para imponerse en balotajes. Un país que durante años fue laboratorio de la izquierda institucional hoy se mueve en sentido contrario.

Chile, Bolivia, Ecuador: tres piezas que caen en el mismo sentido

Chile gira a la derecha, Bolivia rompe con el MAS, Ecuador consolida un proyecto conservador. Tres países. Tres realidades distintas. Una misma consecuencia: la izquierda se ha quedado sin eje de contención en la región.

La caída simultánea de tres pilares que en distintos momentos sostuvieron a la izquierda es mucho más que una coincidencia electoral. Es un cambio de humor social, impulsado por inseguridad, frustración económica y desconfianza hacia las élites políticas tradicionales.

¿Y Uruguay? El país ya no está en un vecindario ideológico amigable

La pregunta inevitable es qué significa todo esto para Uruguay. Y la respuesta es clara: el tablero regional dejó de ser favorable a los gobiernos de izquierda y se inclina hacia proyectos de orden, austeridad y discursos de mano dura.

1. Un Mercosur que muta
Con Bolivia girando hacia la derecha dentro del bloque, y con Argentina ya en esa senda, se fortalece la presión para una agenda más aperturista. Uruguay podría aprovechar esta coyuntura para avanzar en su reclamo histórico de flexibilización —pero también podría quedar atrapado entre tensiones si Brasil insiste en políticas más proteccionistas.

2. Un clima político menos propicio para el progresismo uruguayo

Tres derrotas consecutivas de la izquierda en países clave son un mensaje directo para el Frente Amplio:

la fragmentación interna se castiga,
la inseguridad pesa más que los discursos,
la economía define lealtades.

El caso chileno, boliviano y ecuatoriano sirve como espejo: cuando la izquierda se desconecta del votante promedio, paga un precio alto.

La izquierda regional ya no es la corriente dominante. Sudamérica se mueve hacia otra dirección, una donde la seguridad, el orden y el pragmatismo económico desplazan a las grandes narrativas transformadoras.

El desafío para Uruguay no es menor: adaptarse a la nueva geografía ideológica sin perder su identidad política, y hacerlo con lucidez estratégica, sin nostalgia y sin negar la realidad.

En la política, ignorar los cambios del entorno es una forma de ceguera. Sudamérica ya cambió. Uruguay no puede permitirse mirar para otro lado.