Oslo, Noruega- La ausencia es un grito. En el majestuoso Ayuntamiento de Oslo, donde hoy se celebra la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz, una silla permanecerá vacía, resonando con una fuerza y una dignidad que ninguna presencia física podría igualar. María Corina Machado, la incansable luchadora por la democracia en Venezuela, la galardonada de este año, no estará.
Su hija, Ana Corina Sosa, subirá al estrado para recibir el más alto honor de recibir el Nobel y para leer el discurso que su madre escribió, una voz que, paradójicamente, hace más tangible la valentía indomable de Machado ante la cobardía de una dictadura.
La confirmación, helada y sin paliativos, llegó del director del Instituto Nobel, Kristian Berg Harpviken, a la televisión pública noruega NRK: «Desgraciadamente todavía no está en Noruega y tampoco estará en el escenario del Ayuntamiento de Oslo a las 13.00 (12.00 GMT) hoy, cuando comience la ceremonia».
Un sacrificio que es un acto de lucha
La razón de su ausencia no es otra que la persecución implacable y el riesgo inminente a su seguridad personal impuestos por el régimen de Nicolás Maduro. Permanecer en Venezuela, acosada, pero firme, con la llama de la esperanza viva para millones, es un acto de resistencia más poderoso que cualquier alfombra roja. Su no-viaje a Oslo es la prueba más contundente de que el Nobel se le ha concedido con absoluta justicia.
Este galardón no es solo un reconocimiento a su “incansable labor en favor de los derechos democráticos del pueblo venezolano”, como señaló el Comité, sino un reflector mundial sobre la brutalidad del régimen chavista. Al negarle la posibilidad de viajar —o al hacer su regreso una amenaza cierta de encarcelamiento—, Maduro y su círculo íntimo de esbirros demuestran que temen mucho más a una mujer desarmada y a sus ideas que a cualquier fuerza militar.
El régimen, en su cobardía, ha transformado un acto de celebración en un testimonio de opresión. La silla vacía de Machado se convierte en un monumento a la libertad negada, visible para todo el planeta.
El discurso que resonará
Hoy, el premio no lo recogerá solo una hija, sino un símbolo. Ana Corina Sosa leerá el mensaje que, en la clandestinidad y la resistencia, su madre redactó para el mundo. Este discurso se anticipa no como un lamento, sino como una declaración de principios, una ratificación del compromiso inquebrantable de Machado y de todo el pueblo venezolano con la lucha por elecciones libres y una vida en democracia.
La figura de María Corina Machado se agiganta con este sacrificio. Su presencia moral eclipsa cualquier ausencia física. Ella no ha elegido el exilio dorado de un premiado; ha elegido la trinchera. Y es desde esa trinchera, en su propia tierra, donde el eco de su voz será más atronador que nunca en la ceremonia de Oslo, ante el declive de los cobardes.
El Premio Nobel de la Paz 2025 es un faro de luz. Pero ese faro brilla hoy con más intensidad porque su portadora se ha rehusado a abandonarlo.













