Por Elsa Pallo.-
Queridos lectores, hoy traemos una exclusiva desde el lujoso resort cinco estrellas que algunos insisten en llamar “cárcel”. Resulta que Cristina Elisabet Kirchner, ex presidenta, y en uso de licencia eterna y ahora huésped ilustre del lujoso piso de Constitución en Buenos Aires que deja en ridículo hasta a los pedidos más caprichosos de Paris Hilton en The Simple Life. Todavía se resiste a entender de que está cumpliendo condena por corrupta
La señora pidió, por favorcito, que la dejen subir a la terraza a tomar sol porque “le falta vitamina D”. Sí, leyeron bien, pidió sol. Como si estuviera en el Four Seasons de Punta del Este y el mozo le hubiera olvidado el protector factor 90.
El escrito presentado por su abogado es una obra maestra del stand-up jurídico: “Mi clienta se encuentra privada de exposición solar adecuada, lo cual afecta su salud osteoarticular y su estado de ánimo”. Traducción para los mortales: “Cristina está pálida y de mal humor, déjenla broncearse un rato, che”.
Mientras tanto, el resto de los presos argentinos (esos que no tienen tobillera electrónica ni home prison en el departamento de Recoleta) miran la noticia desde sus celdas de 20 personas, donde la única vitamina que reciben es la D de “desesperación”. Ellos no pueden pedir terraza porque la terraza más cercana es el techo donde se escapan las ratas cuando llueve.
Veamos el paquete “Todo Incluido” que ya disfruta Cristina en su SPA carcelario (ningún preso común accede ni en sueños):
- Visitas ilimitadas de familiares, amigos, militantes y cualquier transeúnte y hasta el peluquero de confianza, aunque ahora dicen que la recortaron estos beneficios.
- Médico particular, kinesiólogo, nutricionista y, según rumores hasta masajista shiatsu.
- Televisor LED, Netflix (pagado con la tarjeta de algún fan, claro) y Wi-Fi más estable que en la mayoría de los barrios de Buenos Aires.
- Menú especial: milanesas con puré, pastas, postres, etc. que le llegan por delivery.
Y ahora viene y dice que le falta sol. ¡Sol! Como si estuviera en la mazmorra de El Castillo de If en lugar de un departamento que parece la suite mayor del Hilton.
Los otros presos; los verdaderos, ya armaron un petitorio paralelo: “Nosotros también queremos vitamina D, pero la de ‘dignidad’, por favor”. Otro agregó: “Si Cristina necesita sol, que me preste la terraza de su casa en el Calafate, total yo tampoco veo la luz hace 8 años”.
En fin, mientras el tribunal decide si le conceden 30 minutos de rayos UV bajo custodia armada (con reposera, agua Fiji y sombrero Pampero, obviamente), el resto del país se pregunta: ¿Cuándo abren las inscripciones para ese SPA? Porque si eso es estar presa, yo mañana mismo robo un banco. Total, con buena conducta y un buen abogado, en seis meses estoy bronceada y tuiteando desde la terraza.
Imaginen solo por un momento que si le conceden el petitorio de tomar sol en la azotea, cientos de drones de medios periodísticos se harán el festín fotografiando a la septuagenaria reclusa en malla.
Cristina, querida, vos seguí pidiendo vitamina D. Los argentinos ya nos resignamos a la deficiencia crónica… pero la nuestra es de justicia. Esa sí que no nos llega ni con lámpara de bronceado.










