Por Elsa Pallo.-
En la Argentina, donde la realidad supera a la ficción y la economía es un deporte extremo, nueve economistas decidieron protagonizar la escena más surrealista del año: presentarse en la casa donde Cristina Kirchner cumple prisión domiciliaria por corrupción para entregarle un plan económico de más de 400 páginas. Sí, cuatrocientas. Porque si algo necesita el país es más papel… aunque sea para prender el fuego cuando falte gas.
Según anunciaron en X, el documento busca “recuperar la estabilidad”. Ironías del destino: se lo llevan a quien convirtió la estabilidad en una leyenda urbana. Es como pedirle a un pirómano consejos para apagar incendios.
Los economistas llegaron con carpetas, gráficos y PowerPoints, convencidos de que la señora que dejó el país con inflación galopante iba a leer su tesis doctoral. Pobres almas. ¿Qué sigue? ¿Invitar a un vegano a un asado para que dé tips sobre el punto de la carne? o ¿Invitar a un hacker a dar clases de ciberseguridad?
Fuentes imaginarias aseguran que Cristina hojeó las primeras páginas y preguntó:
—¿Esto tiene capítulo sobre cómo multiplicar patrimonios sin que se note?
El pueblo argentino, acostumbrado a estos guiones tragicómicos, observa la escena con resignación: nueve cerebros intentando convencer a la autora del déficit crónico de que la economía se arregla con Excel y buena voluntad. Spoiler: no se arregla.
Mientras tanto, el documento sigue ahí, con sus 400 páginas llenas de promesas, esperando que alguien las lea.
Como mensaje final, la arquitecta del desastre dijo en su mensaje en X desde esa cárcel de mentira con todos los privilegios que ningún preso tiene: “Por eso, creo sinceramente que es hora de decidir qué país queremos construir; porque la crisis argentina no es solo económica… es una crisis de proyecto de país”.
Pero tranquilos: si no sirve para salvar la economía, siempre puede usarse para tapar goteras y que CFK dé pautas de como mejorar la economía, ella que la destruyó, es como enviar a un zorro a cuidar de la gallinas.
