La Conmebol, el ente rector del fútbol sudamericano y sus dirigentes, deben responder sobre graves resoluciones donde claramente no amparan a quienes debe proteger, los jugadores.
Sus cuestionadas acciones demuestran una clara disposición a castigar en forma inexplicable y a la vez permitiendo que los violentos primen sobre el deporte.
Lo que ha hecho la Conmebol con Uruguay, demuestra que actúa fuera de los límites de la realidad, buscando perjudicar a la selección charrúa.
Los hechos violentos que se vivieron en la tribuna del estadio de EEUU, donde aficionados colombianos acosaron a las familias de los jugadores uruguayos en la reciente Copa América, es responsabilidad de la Conmebol por su incapacidad organizativa.
No había seguridad y nada fue previsto. Se permitieron las agresiones ante la pasividad de los dirigentes de ese organismo.
Las preguntas que no responde la Conmebol
¿Pretendían acaso que los integrantes del plantel de Uruguay fueran indiferentes y no reaccionaran al acoso que sufrían sus familias en la tribuna, entre ellos niños y mujeres, agredidos por violentos aficionados de Colombia?
¿Dónde estaba la policía que debía evitar actos de violencia?
¿Por qué la Conmebol guarda silencio sobre la violencia de su vicepresidente Ramón Jesurún, también presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), que con su hijo agredieron a golpes de puños a la seguridad del estadio Hard Rock durante la final de la Copa América celebrada el 14 de julio pasado? (Por estos hechos fue detenido y compareció ante una jueza estadounidense).

La Conmebol debe responder a estas preguntas, porque su credibilidad es cada vez más cuestionada.