No tienen nada, les robaron todo, menos el valor y el grito de libertad que se escucha en todas las ciudades o pueblos de Venezuela.
Lo que tampoco lograron quitarles es la ilusión de un futuro mejor, con libertades plenas y una vuelta a la democracia que anhelan desde hace años.
Una mujer valiente encabeza la lucha contra el régimen brutal y a ella si que le teme el tirano y amenaza con detenerla, mientras el mundo comienza a ejercer presión sobre el usurpador, que se niega a reconocer la derrota y entregar el poder.
Hasta su propios aliados ideológicos se desmarcan del dictador y le exigen que muestre las actas del escrutinio y que se realice una verificación internacional de los resultados, pero como no puede hacerlo, se refugia en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), un organismo desprestigiado que no es independiente y que está supeditado a lo que le ordena el Gobierno chavista.