Un paro general en Argentina convocado por la CGT, un sindicato integrado por gremialistas acaudalados que viajan en lujosos automóviles de alta gama y afines al gobierno anterior de Alberto Fernández y Cristina Kirchner al que en cuatro años no le hicieron un solo paro general, a pesar del deterioro de la economía, la inflación y el aumento de la pobreza.
El acto, frente al Congreso argentino, no fue todo lo exitoso que la CGT esperaba; cerca de 80.000 personas acompañaron la protesta y eso fue evidente.
Tampoco el comercio acompañó el paro. Las empresas no cerraron sus puertas y los bares y restaurantes trabajaron sin inconvenientes.

Las consignas de la convocatoria fueron tras la devaluación del 50% de la moneda —y el 25,5% de inflación mensual registrado en diciembre—, los referentes sindicales reclamaron por la recomposición del poder adquisitivo. Además, enfatizaron en la necesidad de frenar el Decreto de Necesidad y Urgencia dictado por Milei, que incluye, entre 300 derogaciones legislativas, una reforma laboral que ya despertó la respuesta desde la Justicia Nacional del Trabajo, que insólitamente respaldó a la CGT y no protegió a los trabajadores que quieran libremente no adherirse a un paro y trabajar.