25 de noviembre: Día internacional de la no violencia contra la mujer

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El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER. Dicha fecha fue determinada por el 1er. Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, llevado a cabo en la ciudad de Bogotá, Colombia, durante el año 1981, adoptándose la misma como recordatorio de la cruel y diabólica emboscada sufrida por las hermanas PATRIA, MINERVA y MARIA TERESA MIRABAL, a manos de secuaces sicarios del entonces dictador Rafael Leónidas TRUJILLO, quien allá por el año 1960 optó como salida a las reiteradas confrontaciones con las hermanas Mirabal, quienes se oponían encarnizadamente a la ominosa dictadura instalada en la República Dominicana, ultimarlas cruelmente a palazos.
Hoy no recordamos a las hermanas Mirabal, las mariposas, como se las llamaba amorosamente y cuyo asesinato precipitó el fin de tan cruel dictadura, por el mero hecho de su muerte, sino que acude a nosotros la necesidad visceral de gritar al mundo: NO MAS VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES, NO MAS VIOLENCIA CONTRA LOS NIÑOS Y NIÑAS, NO MAS VIOLENCIA DE GENERO.
LA LEYENDA
Cuenta la leyenda que en la oscuridad de los tiempos, cuando el planeta tierra, habiendo variado su punto de rotación, vio como cambiaba el clima de los diferentes continentes y las tierras antaño tropicales, se tornaban en gélidos páramos inhabitables, fueron las mujeres, las druidesas, ancianas guías, quienes asistidas por su profundo sentido de la orientación y su gran poder intuitivo, dirigieron los grandes grupos humanos hacia la luz, cruzando oscuros y peligrosos territorios, amparando, consolando, luchando para sacar de aquellas eternas noches a los atemorizados hombres.
Dice la leyenda, que una vez a salvo y ya asentados en las nuevas tierras, ricas en caza y pletóricas de sol, los hombres, recién emergidos de su estado más primitivo se hacían de las hembras más jóvenes y las condenaban a vivir en las cavernas donde ellos se guarecían. Que allí las sometían sexualmente y en ese ámbito parían sus hijos, vivían miserablemente y morían en silencio y que durante su vida permanecían amarradas y vigiladas todo el tiempo que el macho permanecía alejado, para evitar así su fuga.
Es en este escenario que la hembra, ante la imposibilidad de huir, comienza a preparar la espera del macho agotado por la cacería o la batalla; extiende y acondiciona pieles, le proporciona abrigo, restaña sus heridas, le propicia caricias y sexo amable, complaciente, no arrancado a la fuerza, enciende el fuego reparador y cocina para él, el producto de la caza, antes de eso, ingerida cruda.
Sin percatarse apenas, la mujer da nacimiento con su actitud, a lo que con los siglos llamaríamos el hogar.
Relata la leyenda que los hombres ensoberbecidos por aquella paz, por aquel sentido de pertenencia que nacía de la sumisión de la mujer, y de la aparente seguridad dada por la cueva-hogar, comenzó a maltratarla, a despreciarla, generándose luchas sangrientas entre los machos, por la posesión de una hembra requerida por varios o por duras controversias surgidas en el ámbito de la cueva, surgiendo lo que hoy llamamos adulterio por un lado y violencia doméstica por el otro, aunque en uno u otro caso, el resultado generalmente era la muerte o mutilación de la mujer o sus crías.-
La hembra cansada de ser objeto de agresiones por parte de aquellos machos brutos y poderosos, comenzó a huir de los clanes y refugiándose en los bosques, comenzó a constituir comunidades cada vez más fuertes, más organizadas y agresivas hacia sus antiguos captores, los hombres.
Rara vez algún macho se aventuraba más allá de las lindes de un bosque, de hacerlo, su muerte era segura.
Cuando estas mujeres a las que el paso del tiempo conocería como las amazonas, capturaban un macho, lo llevaban a su comunidad y lo destinaba para la procreación, ofreciendo para ello a las mejores hembras, después se le daba muerte.
Los hijos de estas amazonas fueron al hacerse mayores y fuertes, el poderoso ejército que confrontó a las comunidades de machos; educados en valores propios de sus madres, las defendían con fiereza inusitada. Pero la naturaleza se abre paso a costa de casi cualquier cosa y en este caso, la naturaleza hizo su atávico llamado a la regeneración de la raza y hombres y mujeres empezaron a involucrarse, a aparearse y dar a luz hijos, varones y mujeres, ahora en un ámbito diferente, donde las condiciones eran otras, es decir, la vida brindaba una nueva oportunidad a la convivencia entre ambos sexos.
LA REALIDAD
De todas maneras al hombre no le bastó con la vida planteada en un plano de igualdad; él era fuerte, libre y sin las ataduras a que obliga un embarazo y posterior alumbramiento. El hombre salía habitualmente y desarrollaba sus actividades lejos del hogar. Batallaba, cazaba o trabajaba la tierra sin las consideraciones que le cabían a la hembra, su mujer. Esta estaba atada a las crías, estaba expuesta a los peligros del parto, donde en otras épocas parir era sinónimo de muerte inevitable para las madres. Las mujeres estaban aprisionadas por una casa que custodiar, por niños que atender, menstruaciones que contener y ocultar, por ancianos que aliviar o ayudar a morir y cuando faltaba el hombre, debían defenderse del asedio de otros machos, quienes por lo general, al no conseguir sus propósitos, las signaban como brujas, sello indiscutible para una muy segura muerte a manos de preceptores que pronto se encargarían de encaminar al sexo débil por la senda de la moralidad y la religión adecuada. ¿Cuál? No se, seguramente estar presta a abrir las piernas para recibir las bendiciones de las autoridades de turno. ¡Cruel y maldito destino el de nuestras compañeras de ruta!
El tiempo ha pasado, mucha agua ha corrido por debajo del puente; en algunas latitudes se han alcanzado logros importantísimos en pro de la obtención de igualdad de oportunidades, permitiendo que estas hermosas criaturas brillen con luz propia, tal cual lo hacían en los tiempos de las druidesas guías, en otras en cambio, aun siguen usando burkas o son azotadas por la mera presunción de una falta, o aun peor, la lapidación es moneda corriente, no pudiendo según reza la ley, arrojar una piedra en contra de la culpable tan pequeña que no cause daño alguno o una piedra tan grande que mate del primer golpe, el tema es que sufra. O se le cercena el clítoris para anular el gozo sexual o se le aplanan los senos con objetos calientes para retardar, según viejas creencias, su desarrollo como mujeres, o se les embarcan en transportes para ser vendidas como ganando vaya uno a saber a que comerciante de mujeres.
Pero viniendo más acá en nuestras apreciaciones, vemos como la sociedad se auto flagela por las muertes, por las agresiones, por la indiscriminada violencia en contra de mujeres y menores, tanto niñas como niños, mientras se demoran decisiones imprescindibles para frenar las alevosas agresiones. Para ello no debemos ir muy lejos, quizás en nuestro propio barrio o tal vez junto a nuestra casa está ocurriendo, por ello el motivo de esta breve reflexión que pretende arrojar un poco de luz a las sabias leyendas perdidas en el tiempo y crear de alguna forma un poco de conciencia sobre todos los que habitando este país, nos hemos constituidos en pasivos espectadores de la masacre silenciosa.
NO A LA VIOLENCIA EN CONTRA DE LAS MUJERES, NO A LA VIOLENCIA EN CONTRA DE NIÑOS Y NIÑAS, NO A LA VIOLENCIA EN CONTRA DE LOS ANCIANOS, NO A LA VIOLENCIA EN CONTRA DE PERSONAS CON CAPACIDADES DIFERENTES.
Nuestro machismo no esta en juego, nuestra virilidad no está en riesgo y sí está en peligro de extinción, en caso de no actuar prestamente, la supervivencia de un ave preciadísima, de una rara especie solo encontrada algunas veces, únicamente después de un gran esfuerzo, sacrificio y entrega en la búsqueda, ya que ella suele mimetizarse con el paisaje, vistiéndose con el plumaje gris de la indiferencia o el resentimiento y es esquiva al observador, cuanto más a quien ni siquiera se percibe de su existencia.
Extraña ave a la que se puede alimentar con los pequeños granos de la comprensión, con hojitas de tolerancia y con restos apenas del calor con que nos abrigamos el alma.
Extraordinaria ave a la que se da por nombre AMOR, su canto suele mover los engranajes del mundo. Solo quien sabe de ella y se interesa por asignarle un nido, respeta, cuida, arropa, comprende, no agrede, consuela, asiste, perdona.
*La mujer, uno de los seres más tiernos y sensible de la creación, cuando es sacudida por la injusticia no suele llorar, se endurece, se mimetiza con la roca y ahogando su sonrisa nos priva para siempre del ángel que le habita*