La inflación de tres dígitos provoca una situación insólita en Argentina; los ciudadanos gastan hoy porque saben que su dinero mañana valdrá menos y uno puede ver en Buenos Aires en la noche del sábado, previo a las elecciones primarias del domingo, bares y restaurantes colmados de clientes, pues de acuerdo a los resultados de estos comicios, saben que el lunes, con la apertura de los mercados, el peso argentino puede valer mucho menos y es preferible darle curso inmediato antes de otra devaluación feroz.
La eterna avenida Corrientes, convertida en horas de la noche en peatonal, muestra escenas donde nadie podría pensar que existe una crisis económica y hasta los teatros se benefician y se aprecian enormes filas de espectadores en espera para ingresar.

La famosa pizzería Guerrín tiene comensales esperando en la puerta del comercio y lo mismo ocurre en Los Inmortales, en Banchero o La Americana y en el restaurante El Palacio de la Papa Frita, entre otros tantos lugares de Corrientes, la calle que nunca duerme…

Entonces, esa imagen de opulencia no es tal porque el índice de pobreza es del 39,2% y ni hablemos de las personas que viven en la indigencia que llega al 8,1%, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC).
Para más datos, el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, de la Universidad Católica Argentina (UCA), revela que 6 de cada 10 niños son pobres.
Argentina ocupa el tercer lugar, detrás de Zimbabue y Venezuela, en el ranking mundial de la inflación más alta.
Por eso, la premisa es gastar ahora, antes de perder más poder adquisitivo.











