Por: Fernando J. Portillo
<<- Pero ¿Qué significa “efímero”? – repitió el principito. – Significa “que está amenazado por una próxima desaparición … “>>
Yo viajaba en el velero Capitán Miranda – ligero de equipaje -, dentro de la panza de mamá.
Junto a ella recorrimos océanos, mares, puertos y ciudades a orillas del Atlántico y el Mediterráneo, desde que el amor y la pasión me dieran vida.
Escuché cuando por mi culpa, a mami, el que mandaba más en el buque escuela la rezongó con bajeza y la desembarco en Francia, ella era tripulante como papá, pero a él lo dejó seguir navegando de regreso a casa.
Yo fui el ¨bucanero¨ que sin ser pirata ni filibustero le había robado según aquel grotesco Capitán, la honra, dignidad y vergüenza a mi mamá…
¨Pero nada que ver¨, mis padres me amaban y mi origen y desarrollo fue bienvenido desde siempre y para siempre.
Aunque, debo confesar, que siendo ángel en el gozo del resplandor eterno y antes de nacer, me habían querido convencer de que no era mi momento y que debía esperar, puesto que lo intangible puede llegar a afectar lo material, mi libre albedrio pudo más que las recomendaciones, yo ya me había enamorado, no podía dejar de conocer a la que sería mi madre, – <<mi rosa>> – como la del principito-.
Y un día conocí la luz del día y las estrellas brillantes en la noche, el amor de mis padres que me rodeaba permanentemente y éramos felices.
Hasta que una víbora con forma de ADN picó mis talones y su veneno fue subiendo por mis extremidades sin detenerse.
Mi rosa -mamá- y mi padre, nunca claudicaron, me hicieron muchos exámenes tanto en mi país como en Europa, sin encontrar el remedio que detuviera mi mal y despacito me fui yendo en un avión con forma de velero a un nuevo planeta donde espero su llegada.
No los quería perder tan pronto, pero sé que tarde o temprano vendrán por mí.
Y aunque la tristeza pueda llegar a tener mucho tiempo y siempre nos acompañe, no tengan duda que lo que vivimos juntos fue solo un capítulo, son infinitos los que nos quedan por recorrer.
Luego de irme, mis padres, con valor y grandes esfuerzos lograron vencer a la víbora que seguía al acecho, hoy dos rositas adornan sus vidas y la mía. Aunque no las pueda acompañar…
Por ello le susurro en las noches a ¨mi rosa¨ que me recuerde como yo lo hago, que sonrían y sean felices cuando las teclas o acordes indicados toquen felicidad y aunque alguna cuerda de algún instrumento vibre mi existir y les haga gemir, allá adentro, en las tripas algún dolor, solo lo saluden, porque es mi sombra virando el velero, ya sea a estribor o a babor según el viento que sople.
Y como empieza, finaliza esta historia de amor, con el recuerdo a mis papis y todos los que tuvieron por mi ese sentimiento que «Lo esencial es invisible a los ojos», sólo se ve bien con el corazón.
Y les pido perdón, no les di mi nombre, me llamo <<Benjamín>>.













