Por Paco Tilla (el moderno).-
Muy temprano me fui a la Plaza Libertad a tomar la ONDA para viajar en la madrugada a Carmelo y me dijeron que ya no salen más los ómnibus interdepartamentales desde allí y que ahora son otras las compañías que cumplen el servicio, desde una terminal llamada Tres Cruces.
Llevaba la radio Spika a la que le cambié las ya gastadas pilas Vidor, para ir escuchando las noticias y mi nuevo pasacassette con audífonos con mi música preferida y esa hermosa cumbia que dice: “Amalia Batista, Amalia bay hombre, que tiene esa negra que amarra a los hombres”.
El motivo era ir a Carmelo a tomar la Cacciola para viajar a Buenos Aires. Luego de preguntar a varios transeúntes, logré llegar a la nueva terminal y allí me tomé el ómnibus. No encontré las oficinas de la Cacciola y me dije, “los pasajes los compro en el puerto de Carmelo”. Ya ubicado en el vehículo automotor, me coloqué los audífonos y comenzó a sonar ese tema maravilloso de Los Wawancó: “…lo qué pasa es que la banda está borracha; está borracha, está borracha…” y luego me dormí sin escuchar noticias y el radioteatro Carve de las 13,30 presentado por Mejoral.
Al llegar me fui directo al puerto y me dijeron que Cacciola ya no sale más y que por la pandemia están suspendidas las frecuencias a Delta del Tigre. No entendía nada, hasta que vi un grupo de gente y a un señor de frondosa cabellera al viento, que hablaba con periodistas y les explicaba de un nuevo emprendimiento fluvial.
Al principio, por el cambio en la azotea, con un renovado césped de un extraño color ceniza, no reconocí al longevo caballero, que resultó ser el dueño de unos ferrys que cumplirán travesías fluviales desde allí. En criollo, exhibía un quincho nuevo, en la anteriormente despoblada cabeza.
El anciano dijo ser naviero argentino, que presentó un pre proyecto para realizar marinas y viviendas en el predio de seis hectáreas que tiene en Carmelo en la ex Marcopell.
¡Y allí se hizo la luz!. Recordé que había leído sobre otros de sus grandes proyectos como el retorno de sus ferrys al puerto de Piriápolis, anunciado con bombos y platillos y que finalmente no se concretó.
Como tampoco ocurrió con el hotel cinco estrellas y el puerto de yates en la zona histórica de Colonia, que el naviero dijo que construiría.
Desilusionado me volví a Montevideo, esperando que finalmente los catamaranes anunciados por el empresario para la línea entre Carmelo y el Delta cristalicen y, el proyecto llegue – al menos esta vez- a buen puerto y no se necesite el “aval perfecto”, que una vez anunció para el remate de los aviones de Pluna, el expresidente del BROU, que terminó procesado.
Mientras me alejaba del puerto carmelitano, desde un altoparlante se escuchaba un una canción publicitaria que decía mas o menos así: “Bu, bu, buque…” y no me acuerdo de la otra parte.
Preferí prender la Spika y escuchar radio Clarín. Cantaba Carlos Gardel el tango “Mentira” y emboqué justo esa parte que decía: “Mentira, mentira, no tiene perdón”.
Lo que no entiendo es cómo las autoridades le siguen dando pelota a Juan Carlos López Mena, el dueño de Buquebus.
Por qué el presidente de la ANP, Juan Curbelo y el intendente Carlos Moreira le siguen creyendo a López Mena después de todo lo que hizo?
Es impresentable lo que ha hecho este hombre y la farsa del remate de Pluna merecería que le quitarán la ciudadanía uruguaya y lo expulsaran de regreso a su país.
Un genio Paco Tilla, me hizo reír con ganas. Buquebus y don López Mena están en todos lados
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