Los chilenos, en las urnas, aprobaron este domingo la redacción de una nueva Constitución, uno de los legados de la dictadura militar de Augusto Pinochet que hasta hoy sigue vigente y que fue redactada en 1980 y que le otorgaba un papel secundario a la participación del Estado en puntos tan esenciales como la salud, educación y pensiones, entre otros aspectos.
Pues bien, desde el regreso a la democracia pasaron por la presidencia de Chile varios mandatarios -incluso socialistas como Ricardo Lagos y Michelle Bachelet (en dos mandatos) y a ninguno se le ocurrió consultar en un plebiscito si los chilenos estaban de acuerdo o no en redactar una nueva Carta Magna.
El plebiscito llega luego de las violentas acciones emprendidas en 2019 por parte de colectivos de izquierdas con enfrentamientos que dejaron un saldo importante de víctimas por los desmanes producidos en protestas multitudinarias.
¿Había que apelar a la violencia para pedir cambiar la Constitución que dejó Pinochet? ¿Durante los gobiernos socialistas de Lagos y Bachelet, la Carta Magna pinochetista no molestaba y ahora si?.
Entonces hoy al ver las felicitaciones en las redes de Maduro que dice: “Mi felicitación, reconocimiento y admiración al pueblo chileno que hoy se volcó a las calles y centros electorales para decidir el futuro de su Constitución y acabar con el pinochetismo”, o de Evo Morales diciendo: “Saludamos al pueblo chileno por la gran victoria en el plebiscito que dejará atrás la Constitución de Pinochet”, uno piensa si esto no pudo resolverse antes, con gobiernos afines o es una decisión del Grupo de Puebla.