VERSIÓN OFICIAL – Cuba, la gran mentira

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Las extrañas circunstancias que rodean las muertes de los disidentes cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero vuelven a poner en evidencia ante la opinión pública internacional las –llamémoslas, de momento, anómalas- prácticas de los hermanos Castro, Fidel y Raúl, por mantener vivos sus sueños imperialistas.
Oswaldo Payá y el también opositor cubano Harold Cepero murieron el pasado 22 de julio en un accidente de tráfico cerca de Bayamo cuando viajaban en un vehículo conducido por el español Angel Carromero, presidente de Nuevas Juventudes del PP de Madrid, y en el que también iba el sueco Jens Aron Modig, presidente la Liga Democristiana Juvenil de su país.
Según la versión oficial, las causas del accidente fueron el exceso de velocidad y otros errores del conductor del vehículo al circular por una carretera en obras que estaba sin pavimentar pero señalizada al efecto.
Según los testigos presenciales y las primeras declaraciones del oficial cubano al cargo, Fulgencio Medina, otro automóvil –concretamente un Lada Rojo- circulaba en paralelo al vehículo siniestrado en el momento del accidente. Además de existir otras evidencias que parecen contradecir la versión oficial.
El próximo viernes, 31 de agosto, se celebrará el juicio en Bayamo, lugar del accidente, y es más que probable que el veredicto del mismo sea el que más convenga a este absurdo imperio del terror instaurado por los hermanos Castro en su ambicioso afán de perpetuarse en el poder. Muchos cubanos lo saben, pocos se atreven a decirlo y a ninguno se le ocurre comentarlo en voz alta.
¿Estamos de nuevo ante un más que evidente atentado castrista contra disidentes del régimen? ¿Ante otro de los flagrantes abusos contra los derechos humanos y la libertad por los que la sociedad cubana lleva tanto tiempo rebelándose? En este gobierno en total deterioro y obsoleto, instalado en Cuba desde hace 53 años, el fin siempre justifica los medios. Mientras, son muchos los cubanos que, desde fuera y desde dentro de la isla, claman o esperan con contenida indignación la caída del régimen castrista.
Camilo Cavalieri