Mandala del magisterio – reflexiones de José Luis Rondán

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Siguiendo en la senda del Tarot, habré de referirme al camino requerido para construir un Mandala de Maestría, es decir, una representación gráfica del camino que cualquier iniciado deberá transitar para acercarse a lo que su interior identifica como La Luz, utilizando para ello algunas barajas correspondientes a los arcanos mayores del llamado Tarot Mítico, las que dadas sus características, nos dirán de la vereda de un iniciado en pos de encontrarse con el objeto de sus desvelos, el que en algún momento de su vida le sea franqueada, después de haber recorrido el periplo marcado por las cartas, la gran puerta mística del Templo donde vivirá la luz añorada y que solo a él le es dado edificar.
El iniciado debe comprender apenas emprendido el camino de esa vida que ha elegido, que así como es arriba es abajo; que así como es afuera es adentro y que no debe encaminarse en busca de quimeras porque todo está en él, todo obra en su interior; todo lo necesario para la construcción de su propio templo está sobre la mesa puesta por El Mago, solo debe despertar su conciencia dormida y optar con sabiduría por uno de los caminos que se le presentan. ¡Cuidado con el error!
Arcano l – EL MAGO: Un joven ataviado con una blanca toga, símbolo de la pureza de corazón y cubierto parcialmente por una capa roja, símbolo de sus energías para la empresa, señala con su brazo izquierdo hacia el firmamento y con el derecho hacia el suelo. Delante se presenta una sólida mesa de piedra donde descansan el cáliz, el pentateuco, la espada y la antorcha, representativos de los cuatros elementos para la vida, agua, tierra, aire y fuego, y junto a éstos el caduceo, símbolo inequívoco de que la empresa solo tendrá éxito si en ella se aplica el conocimiento que brinda el estudio a través de los libros y la sabiduría que solo provee la experiencia de la vida.
Detrás, a sus espaldas, dos caminos para optar; sólo uno lo colocará en su sino.
Una vez elegido el rumbo que deberá seguir, se pondrá en camino valientemente, pues más allá del horizonte lo aguardan los misterios más grandes, cargados de dificultades.
Participa en este segundo estadio preparatorio para acceder en algún momento a la calidad de Maestro, El Loco, quien casi desnudo y en pleno contacto con su entorno, conciencia plena, se ha puesto en marcha. Aun le resta mucho por trabajar para llegar a su destino.
Arcano XXII – EL LOCO: Marcha este joven, desprovisto de cosas mundanas, muy humilde; sus pies descalzos en directo contacto con la madre tierra, uno sobre ella, el otro en el aire, al borde de un precipicio. Los ojos vendados, representativo de que la guía para el camino será sólo la que le indique su intuición.
Lleva un atado sobre los hombros, representando en él su pobre experiencia de la vida, lo coronan ramas de olivo, ya que en su interior, solo hay lugar para la paz.
A lo lejos un solo camino, el que ha elegido El Mago, su estadio anterior y hacia el cual se ha encaminado a pesar de los peligros, de los inconvenientes y contratiempos que llegar a él impliquen.
Al descender por el precipicio este Arcano encontrará la muerte, sí, irremediablemente quien aspire a encontrar deberá perder, quien quiera vivir, necesitará morir. Sólo muriendo se vive.
Surge en el camino a la maestría el arcano XIII, La Muerte.
ARCANO XIII – LA MUERTE: Este arcano no refiere a la muerte física y sí a la muerte del iniciado, la muerte de las cosas viejas, perimidas y que para avanzar es menester desechar, dejar a un costado, en el conocimiento de que esas cosas son un lastre, una cáscara que pesa, que molesta y ya no nos pertenece porque nuestro destino despierta en el interior profundo, otros intereses. Solo quien se atreva y se permita la muerte consciente renacerá espléndido, vital y renovado.
El caminante de la vida, el que sabe que solo buscando encontrará, el que sabe que solo matando lo material en él, podrá avanzar en esa búsqueda reservada únicamente a quienes realmente estén dispuestos a ello, podrá en algún instante de su caminata llegar ante las puertas del templo custodiado por Isis, la Sacerdotisa.
Contempla el iniciado aquellas magníficas columnas y se dispone a trasponerlas cuando la eterna guardiana lo detiene para saber de sus intenciones.
Solo si logra demostrar que es un ser humano limpio de corazón y que llegó hasta allí movido por sinceros principios de caridad, empujado por su fe y que lleva consigo profundos sentimientos de esperanza, le será permitido el paso.
Golpea a las puertas del templo y seguramente alguien habrá de abrirte, mas mientras no demuestres tus intenciones, no te será permitido trasponer sus puertas.
ARCANO II – LA SACERDOTISA: Imponente dama de túnica blanca, tanto como su pureza. La real diadema que la corona nos dice de su fortaleza y condición. En una de sus manos lleva un manojo de flores de igual color que su vestido, algunas siembran los primeros escalones de la mística escalera, demostrando la fragilidad de tus palabras ante ella. En la otra lleva un granada, fruto representativo de la unidad en la diversidad, fruto duro y a la vez muy dulce; símbolo de aquellas diferencias que todos poseemos ante situaciones similares, pero que no por ello impiden que transitemos juntos los diferentes estadios de la vida, como ser, presentarnos juntos ante el gran portal, protegidos ambos por la dura cáscara que la recubre y que representa las convicciones filosóficas que nos hacen llegar hasta allí en pos de la posible respuesta ante una pregunta surgida el día en que comenzamos el periplo, si no antes.
Finalmente nuestro estado de pureza, el haber hablado con el pecho de cristal, hace que Isis acceda a franquearnos el paso; estamos entre columnas y más allá, el crecimiento.
Somos ermitaños, silenciosos caminantes de los pasillos del templo interior. Somos nosotros y el que nos habita, soy yo y este que anda a mi lado, eres tú y el que te acompaña.
ARCANO IX- EL ERMITAÑO: Sabio y silencioso pasajero de nuestro interior más profundo, más íntimo, más personal, más integrado.
Lo cubre un manto gris por fuera, el que habla de la humildad y sencillez de que está hecho y por el interior, forrado de azul, color del iniciado en los misterios. Camina lentamente como si esperara a quien se le quiera unir en la marcha; tú, yo y ellos… Junto a él. Muy cerca a su cuerpo, casi debajo del manto porta una lámpara, ilumina el sendero del que se acerca a él, no del que camina a distancia. Sólo si te acercas al ermitaño que te habita y lo conoces, serás maestro.
Carga también una guadaña, símbolo inequívoco de muerte, pero no del deceso físico, sino de la muerte a las cosas anteriores, al lastre, a lo paupérrimo, a lo esotérico, ya que para andar a su lado, muy cerca del que logró trasponer las columnas, se debe morir renaciendo a él.
Mientras marchamos buscamos y aprendemos, mientras caminamos, vamos desprendiéndonos de la cáscara que nos recubre y casi imperceptiblemente vamos superando lo que tenemos de materia, por la luz esencial del espíritu, transformándonos en EL AURIGA, el que cabalga y dirige lo bueno y lo malo que nos hace seres humanos, esencialmente terrenales.
ARCANO VII – EL CARRO O EL AURIGA: Es este un arcano que nos dice del hombre que ha transitado la vida consciente de su estatura y por ello le ha sido permitido el crecimiento.
Marcha orgulloso dirigiendo las bestias que tiran de su carro, bestias de los instintos, de los impulsos, de las emociones, y lo hace con las riendas de su corazón, nada más requiere.
Fue ermitaño, maestro solitario, asceta y ello lo transformó en este conductor maravilloso que marcha hacia su destino como un espíritu libre, teniendo sobre su cabeza, como único techo, el firmamento, las estrellas lejanas, tenues, que le dicen al oído que seguramente él, desde su aparente pequeñez, es uno con ellas.
Su predisposición al aprendizaje, siempre en una senda de humildad, hará que se enfoque en el instante sublime donde la alquimia del ser humano surge.
Comienza LA TEMPLANZA a hacer carne en él.
ARCANO XIV – LA TEMPLANZA: Hay una magia indescriptible que se da en el atanor del alma y que solo experimenta aquel que ha logrado en el camino a la maestría, despertar a su conciencia y es que del plomo que le habita surja el oro de la trascendencia.
Vemos en este arcano magistral un ser hermoso, sutil, elevado. Su túnica blanca símbolo de pureza, sus cabellos sueltos, flotando al aire, símbolo de la libertad de pensamientos, de la ausencia de ataduras y en sus manos, las copas donde trasiega el metal que dirá del nivel de elevación adquirido.
A sus pies corre el prístino arroyo del agua de la vida, el arroyo de la renovación, de la búsqueda permanente del mar que el cauce intuye, le aguarda tras el extenso serpenteo.
El nivel buscado, añorado y por el cual se ha esforzado El Loco de la primera hora, auto corrigiéndose, auto modelándose, siguiendo los dictados que antes de iniciar el camino le marcó El Mago, lo hará ser un hombre justo.
Ha accedido el peregrino de las sendas del espíritu a otro recinto no menos hermoso y misterioso que el que guarda Isis, es el templo de LA JUSTICIA.
ARCANO VIII – LA JUSTICIA: He aquí a la jueza de nuestros actos, la dama que de ser escuchada hará de nosotros un verdadero maestro de la vida.
Ella mora a la entrada del magno templo, entre columnas se encuentra emplazado el trono desde el cual imparte justicia. Volvemos a ver acá la blanca toga que la cubre mientras sus pies descalzos pisan un suntuoso piso de baldosas blancas y negras a manera de damero, representativo de todo lo de negativo y positivo que mora en nosotros.
Le adornan la tradicional balanza de la equidad, de la imparcialidad y el equilibrio y la recta espada de la justicia, del verbo acertado, de la firmeza y el carácter en las decisiones que deba tomar en aras del camino a transitar por el peregrino; por aquel Loco que un día, sin conocer lo que le aguardaba por delante, se atrevió; que al despertar su conciencia en el difícil periplo por la perfección hizo por adoptarla como propia.
El camino a la maestría es un círculo por el cual el iniciado deberá transitar cada día, renovando sus votos con cada arcano que lo representa, marchando con mesura hacia el magisterio, cubriendo cada estadio mientras sueña con la transformación, o por su forma de proceder, viéndose estancado en sus propósitos, debiendo incluso volver sobre sus pasos para reaprender las lecciones para la superación.
Hoy soy Loco o Mago y mañana un Auriga o La Justicia misma y quizá, mientras esté en el camino, sea después de ello, nuevamente loco o tal vez La Muerte. Así de dinámica es la vida del iniciado, quien cada tropezón o revés para él es simplemente una enseñanza, una página a pasar, un recuerdo a atesorar para seguir en pos de la cumbre de su montaña.
José L. Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
Fundado en 1981 – Ramón Masini 2956/002 – Pocitos- Montevideo, Uruguay
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