El Tarot (reflexiones de José Luis Rondán)

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Hace más de quince años incursioné en el místico mundo de las cartas del Tarot. Necesitaba material para mis obras de índole filosófico y mucho de lo que pintaba tenía coincidencias con el simbolismo de las cartas y sus misterios, pero no los comprendía del todo; evocaba, trasmitía, me refería a esos misterios pero sin entender del todo su funcionamiento.
Surgió en mí la interior necesidad de saltar el abismo. Me hice de unas cartas, habían pertenecido a una anciana fallecida a los noventa años; su nieta me las vendió por que no tenía ni idea como se utilizaban.
Ese mazo me acompaña desde entonces. Después de él vinieron otros, mazo de tarot egipcio, marsellés, español, criollo, etc. Pero el que más utilizo y con el cual me siento más a gusto es el viejo maso mítico, cuyas ilustraciones evocan a la mitología griega.
Estudié aquí y allá, investigué, reuní elementos y al fin, después de mucho tiempo, me hice Uno con el mazo de cartas míticas, tanto que hoy día doy charlas sobre ellas, di clases particulares y hasta de vez en vez hago lecturas a quienes requieren de mis habilidades.
Cuenta la leyenda que el tarot proviene del compendio de imágenes plasmadas hace más de 25.000 años en el Libro de Thot o Libro de Oro, a través del cual Hermes Trimegisto, o el Tres Veces Poderoso, pretendió impartir las virtudes para el orden de un Egipto convulsionado y caótico.
Ese libro se extravió en la oscuridad de los tiempos y se cree que reposa en alguna parte debajo de la majestuosa Esfinge, monumento cargado de simbolismo y que los atlantes habrían obsequiado a los primeros pobladores de esas tierras, por esas épocas, tupidas selvas.
El tarot y su magia emigran a Europa de la mano de los gitanos zíngaros y allí un viejo protestante y maestro masón, viendo jugar a las cartas a unas damas de la sociedad marsellesa, hace surgir un método novedoso para hacer que el hombre occidental comenzara a comprender el tarot, ya no en su aspecto lúdico, sino desde la óptica esotérica.
El mazo posee 78 ilustraciones, a las que se denominan arcanos o misterios, siendo éstos 22 mayores y 56 menores; estos últimos refieren a los cuatro elementos para la vida. El fuego o bastos, el aire o la espada, el agua o la copa y la tierra o el oro, conformando lo que los tarotistas damos en llamar libro de la sabiduría o de la vida. El quinto elemento está dado por el intérprete y su espíritu, el elemento akassico que es quien en definitiva, con su lectura e interpretación les da sentido y vida.
Para generar la empatía necesaria con las barajas del tarot es imprescindible cubrir tres etapas o fases bien delimitadas a saber:
1)- Intelecto: (Parte izquierda del cerebro)- Estudiar las imágenes, aplicarse en memorizar el simbolismo en ellas representados.
2)- Intuición: (Parte derecha del cerebro)- A través del estudio detallado, minucioso de ese mundo de símbolos que se abre entre el estudiante, debe despertarse la conciencia interna.
Esa conciencia interna logra despertarse a través del conocimiento en detalle del simbolismo de los 22 arcanos mayores. Después habrá de relacionar las figuras de cada carta con los caminos elementales de los 56 arcanos menores. Por último deberá ingresar al mundo de los símbolos a través de la gran puerta de la meditación y la exploración interior.
3)- Vivir la sabiduría como una gnosis: Consiste este estadio en acceder a un estado elevado de conciencia alcanzando un alto sentido de si mismo y conocimiento del yo profundo, mundo que nos habita y del cual poco conocemos o directamente ignoramos.
Finalmente disponer del espejo de todos los arcanos, abocarse a los procesos preparatorios para acceder a esto, es aprender a auto observarse y haciéndolo accedemos a la sabiduría que los misterios guardan para nosotros. No debemos pasar por alto que al observar el espejo interior conoceremos al mejor de nuestros maestros y amigo o al peor de nuestros enemigos y detractores.
Cuando nos enfrentamos al mundo aparentemente encriptado del tarot, lo primero que debemos hacer es analizarlo, dividiéndolo en pequeñas partes para facilitar su observación; esta observación la realiza la espada de la mente.
Esta figura esta dada por el AS de ESPADA, elemento éste que ubicado en nuestra mente se dispone a diseccionar los arcanos y su significado, con un golpe certero de su afilada hoja.
La empuñadura, representativa del cuerpo, es sólida, es decir, el cuerpo y la mente (la hoja), deben trabajar juntos y para poder tomar las decisiones correctas; el lector deberá poder pasar del símbolo a lo real en un instante.
La mente intelectual almacena los conocimientos que recibe y los muestra a nuestro requerimiento como si de un tarjetero se tratara, en cambio la intuición se considera como un árbol vivo dentro de la mente, como una semilla del pensamiento a través del cual se produce la visualización, la reflexión y la meditación.
La intuición no es dependiente de la memoria, no es dependiente del intelecto, sino de la comprensión de ese mundo diferente al cual accedemos no por repetición o memoria o dogmas establecidos sino como respuesta natural a una situación dada.
La frágil y débil voz de la intuición aflora cuando logramos aquietar primero la voz del intelecto que bulle en nosotros y pretende imponerse.
La intuición no sustituye a la razón, sino que la complementa.
La intuición constituye una mirada interior profunda y permanente, estableciéndose a un nivel de conciencia diferente, una conciencia que a mi entender se ha transformado en sabiduría viva.
Lamentablemente hoy por hoy el tarot se ha vuelto en algunos estratos sociales, muy chabacano, siendo utilizado en forma vulgar y con liviandad; se ha transformado de la mano de quienes diciéndose adivinos, sacerdotes, oráculos, etc. lo utilizan sin conocerlo en profundidad, en forma desordenada e irresponsable, enterrando con cada mentira, con cada descripción de la lectura trasmitida sin la anuencia del intelecto y menos aun de la intuición, los sacros preceptos del mítico libro de Thot.
Entre ellos y quienes realmente sublimamos su esencia arcana, hay un abismo enorme al cual no queremos sortear, al cual no queremos instalarle puentes; acá estamos, quien desee acercarse a nosotros podrá hacerlo, quien sienta la necesidad de abrevar en las fuentes de este lado de dicho abismo, será bien recibido.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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