De religiones, mineros, griegos, funcionarios y burócratas

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Reinerio Álvarez Saavedra
Es cosa mayor el peso del factor religioso en las culturas. Para Europa parece que este componente opera sobre los valores de la población según el peso histórico de los credos. Si elaboramos un mapa de los países católicos –de mayoría y tradición- y los de acervo protestante, resulta que la carta diferencia los colores según la realidad y no sigue necesariamente criterios geográficos. En el norte de la Unión es clara la influencia del cisma, dicho en términos cultos y nunca críticos; sin embargo la existencia no es igual para todos porque Austria o Polonia están en esa zona empero presentan una situación de sus practicantes diferente, siendo mayoría de obediencia romana. Teniendo en cuenta lo dicho, semeja que las naciones seguidoras del estilo protestante o tributarias del mismo se encuentran más a gusto en las convicciones alrededor de la austeridad económica e institucional frente a las del sur continental las cuales se muestran más reservadas, cuando no adustas, con las certezas del los septentrionales. No es casualidad que éstas sean de mayoría y experiencia católica. La reflexión no es huérfana, esta cuestión la trató Max Weber en “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo”, donde fomentó una teoría que relaciona las ideas y la ética puritana con el acrecentamiento del mercantilismo, aunque el planteamiento fue discutido copiosamente. Evidente que cada país es un universo y obedece, en diversos grados, al modelo esbozado pero como proposición es sólita. No entra en colisión este asunto con la edificación modulada y armonizada de la materialidad futura del proyecto de construcción europea, ningún conjunto de naciones, ni dentro de ellas mismas, vive en una disposición de homogeneidad absoluta. Aparte que las guerras de religiones, económicas o las de expansión son algo extraño al estadio presente de levantamiento europeo que por si mismo sirve de eficaz vacuna.
Sea como fuere, tratamos de tradiciones y no por pertenecer al norte o al mediodía seremos más o menos ahorradores a la hora de la verdad, como paradigma España convertida a la sobriedad y frugalidad pública.
La Comunidad Económica Europea tuvo sus predecesores en establecimientos tales como la CECA o el EURATOM, hoy extinguidos. Cuando se fundaron España sufría su dictadura y autarquía por lo que no participó en esta fase primigenia de la formación de la Unión con lo que ni su siderurgia ni la industria extractiva del carbón se beneficiaron de las sinergias y ayudas que se verificaban en el norte de la región. En el año duodécimo del siglo XXI pasamos por el denominado “conflicto del carbón”. Derredor de esto, para empezar, debo decir que siguiendo la lógica de la columna no todo lo que aparece en los medios de comunicación respeta el traslado veraz y objetivo de lo sucedido. La imagen de manifestantes disparando cohetes contra la policía, en lo que parecen operaciones de guerrilla urbana, no constituye una representación veraz. Es cierto que existen elementos, sea por carácter o por instrucciones, llamados a tensar el enfrentamiento y que están acudiendo a métodos por otra parte no extraños a otras luchas similares e, incluso, más crudos. La diferencia está en la percepción actual de los hechos por parte de la población en general que hoy ya no acepta ver a unos exaltados chutando proyectiles contra funcionarios públicos que están como ellos sindicados o afiliados a organizaciones afines en contenido. Los mineros son menos abundantes que los de hace una década y están mucho más menguados respecto a hace veinte años. Además la sociedad ha cambiado y evolucionado, así lo que antes parecía natural hogaño ha tornado en algo viejo. Yo preferiría que resultase ya una antigüedad habida cuente que así podríamos exponerlo dignamente en un anaquel de la memoria colectiva.
En plena crisis, la épica de las movilizaciones se ha diluido, tanto por la transformación social como por la situación apurada de millones de gentes. Las acciones mineras buscan, o anhelan, el colapso, inducido o espontáneo, del transcurso normal de la vida cotidiana, ya sea cortando carreteras y vías férreas o bien haciendo visible la pugna a través de acciones más o menos rotundas; cuando no piensan que se producirá una dislocación endógena por el rebote de la sociedad. El hecho es que no lo logran, pero si alcanzan a molestar e irritar a los que padecen las agitaciones en ruta y en las calles de sufridas poblaciones. En consecuencia inexistente convulsión, pero si peligro por la violencia de las maniobras, estas cosas las carga el diablo y ya hay varios heridos. La última detención de un cafre se justificó en el ejercicio de la ocurrencia consistente en descargar chupinazos contra el helicóptero de la Guardia Civil que vigilaba la situación. Confiemos no sea prólogo de algo peor.
En Asturias estamos acostumbrados a estas cosas, Gijón padeció la contienda del sector naval y Oviedo presenció el encierro de los trabajadores de Duro Felguera en la torre de la catedral. Todas las disputas, a la postre, terminaron en solución y está llevará igual camino. Conozco a los líderes sindicales que son tipos duchos, curtidos, fogueados y expertos, mas no menos que el ministro Soria, persona dialogante e inclinada a la resolución de conflictos. Barrunto que las composiciones están encima de la mesa y que agentes interesados de ambas partes se ocupan de explanar el terreno para avanzar hacia un desenlace positivo. Por lo menos lo espero.
Peor lo pasan los helenos que igualmente exteriorizan su indignación con estampas de crispación. Que decidan sobre Grecia los griegos es lógico, que opine y exija quien mantiene legítimos intereses, deberes políticos y financieros relacionados con ese estado también; pero que funcionarios distantes tomen decisiones en lontananza es muy discutible. Máxime cuando se pretende crear un entornote libre competencia en toda la Europa comunitaria. Por tanto, un atisbo de planificación centralizada en la formación de decisiones no tiene aquí ningún sentido e incluso se manifiesta como mal recuerdo de la era socialista.