Ignacio Zuloaga: el taller y su mundo

Café con trazos

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En la foto: el diseñador e infografista Oscar Laguarda, el maestro Ignacio Zuloaga y el autor de este artículo

Por Juan Carlos Barreto.-

En esta nueva entrega de Café con trazos seguimos recorriendo el país para
encontrarnos con el arte allí donde sucede: en los talleres, en los espacios donde la
creación se sostiene en silencio y trabajo. Esta vez llegamos a La Barra de Maldonado, en Uruguay, al taller del maestro Ignacio “Nacho” Zuloaga, un lugar que forma parte del paisaje cultural del este desde hace décadas.

Un referente en la zona
Hablar de arte en La Barra es hablar de Zuloaga. Su taller es una referencia real en el
lugar. Visitar La Barra y no pasar por su taller es, en cierto sentido, no haber estado. Su
presencia y su obra forman parte de la identidad del territorio. No por pose, sino por
trayectoria y coherencia en el camino.

El territorio como elección
El taller está en el corazón de La Barra, donde el verano trae ruido y movimiento y el
resto del año devuelve silencio y tiempo. Zuloaga eligió vivir y trabajar aquí,
demostrando que desde el interior también suceden las cosas, con fuerza, continuidad
y sentido.

Al entrar, el taller se impone: telas grandes apoyadas, maderas pintadas, una mesa
donde el color se mezcla sin solemnidad, restos de materia que hablan de horas y más
horas de trabajo. Nada está preparado para la visita. Todo está en uso.

Es un taller que invita a quedarse, a no querer irse.

Un espacio donde la buena energía se siente en cada obra, en cada trazo.

La obra y su respiración

Zuloaga es pintor con oficio, de los que conocen la materia y la historia del color.
Es la forma en que está en el mundo y así lo entiende: en la búsqueda permanente de
calidades, texturas y gestos que conducen a descubrir mundos y contar historias. A
veces aparecen escenas urbanas y figuras reconocibles; otras veces, la pintura avanza
hacia la abstracción, donde el color encuentra su propia voz.
A Zuloaga nada le es ajeno.

Todo puede ser pintura si la mano y la mirada lo sostienen.
En un momento de la charla, me dice Nacho, con la simpleza de lo cierto:
“Como decía Picasso, la inspiración te tiene que agarrar trabajando”.
Y enseguida surge Hugo Nantes, como si estuviera ahí, compartiendo el mate:
1% de inspiración y 99% de transpiración.

Ahí está la clave.
Ahí está la ética del oficio.

La obra se genera trabajando todos los días.
Sin atajos, sin misterios.

La pintura necesita tiempo, mano y continuidad.
Y aquí eso ocurre.

El taller no es solo el lugar donde se pinta:
es territorio, refugio y forma de estar.

Gracias Maestro. El próximo café nos espera.
Buena jornada. Buen café.