¿Cómo hablar de democracia si el fiscal chavista Tarek William Saab amenaza con encarcelar a una Nobel de la Paz?

El fiscal ultrachavista Tarek William Saab Saab, es un sexagenario controvertido y ridículo que no asume la edad que tiene y ha construido una imagen pública que raya en el exhibicionismo: tatuajes, cortes de pelo juveniles y una actitud que parece más propia de un influencer que de un funcionario encargado de velar por la justicia

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El sexagenario fiscal chavista, Tarek William Saab

Hablar de democracia en Venezuela se ha convertido en un ejercicio retórico vacío cuando las instituciones que deberían garantizarla actúan como brazos ejecutores del poder político. El reciente anuncio del fiscal general Tarek William Saab, advirtiendo que María Corina Machado sería detenida si viaja a recibir el Premio Nobel de la Paz, es la prueba más clara de que el Estado de derecho en el país es una ficción.

Saab, un sexagenario controvertido y ridículo que no asume la edad que tiene ha construido una imagen pública que raya en el exhibicionismo: tatuajes, cortes de pelo juveniles y una actitud que parece más propia de un influencer que de un funcionario encargado de velar por la justicia. Pero detrás de esa fachada hay algo más grave: un fiscal que desconoce los principios democráticos y actúa bajo órdenes directas de Nicolás Maduro, persiguiendo y encarcelando opositores por el simple hecho de disentir.

El Poder Judicial, lejos de ser independiente, se ha convertido en un instrumento de represión. La amenaza contra Machado no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia sistemática para silenciar voces críticas. Saab, fisicoculturista y poeta —con versos que incluso presume haber generado con inteligencia artificial—, utiliza su posición para intimidar a quienes piensan diferente, demostrando que en Venezuela la justicia no es ciega, sino selectiva.

Paradójicamente, hasta en su entorno familiar se ha cuestionado su rol. En 2017, su hijo Yibram Saab lo confrontó públicamente, pidiéndole que reflexionara y pusiera fin a la injusticia en el país. Ese gesto, que recorrió las redes sociales, evidenció que incluso quienes lo conocen de cerca perciben la contradicción entre el discurso y la realidad.

¿Puede hablarse de democracia cuando se amenaza con encarcelar a una mujer que ha dedicado su vida a la lucha pacífica y que hoy es reconocida mundialmente? La respuesta es obvia: no. Venezuela vive bajo un régimen donde la ley se aplica como arma política y donde la independencia judicial es inexistente. Mientras esto no cambie, cualquier referencia a democracia será, lamentablemente, una burla.