Colombia le lanza un salvavidas a Maduro: ¿ingenuidad o complicidad?

Convocar nuevos comicios sin desmontar el aparato chavista es repetir el fraude. El CNE está secuestrado, las Fuerzas Armadas responden a Diosdado Cabello, y los jueces son títeres del régimen. ¿De qué transición hablamos si todo el sistema está podrido? Antes de hablar de elecciones, hay que exigir la publicación de las actas y reconocer al verdadero ganador

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Petro y Maduro, amigos siempre - Foto Minci

El anuncio de la canciller colombiana Rosa Villavicencio en Madrid, respaldando un plan para que Nicolás Maduro deje el poder con garantías de seguridad, suena más a un acto de fe que a una estrategia realista. Según Villavicencio, “Maduro estaría dispuesto a aceptarlo” si se le asegura que no irá a prisión y que alguien más liderará la transición. ¿De verdad alguien cree que el hombre que ha convertido Venezuela en un Estado fallido entregará el poder por simple cortesía diplomática?

Un plan que nace muerto

La propuesta colombiana parte de una premisa equivocada: que Maduro negociará su salida sin condiciones imposibles. Pero el régimen chavista no es un gobierno convencional; es una estructura mafiosa que controla el CNE, las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial y la Fiscalía. Pretender que habrá elecciones “legítimas” bajo este entramado es una ilusión. ¿Quién garantiza que no será otra trampa? ¿Quién auditará las actas que el chavismo ocultó y que, según la oposición, daban la victoria a Edmundo González Urrutia?

El círculo vicioso de la impunidad

Ofrecerle a Maduro un pacto para evitar la cárcel es premiar la corrupción y los crímenes de lesa humanidad. ¿Qué mensaje envía esto a las víctimas, a los millones de venezolanos que huyeron del hambre y la represión? La justicia no puede ser moneda de cambio en una negociación política. Colombia, al proponer este “salvavidas”, corre el riesgo de legitimar la impunidad y prolongar la agonía de Venezuela.

Elecciones contaminadas

Convocar nuevos comicios sin desmontar el aparato chavista es repetir el fraude. El CNE está secuestrado, las Fuerzas Armadas responden a Diosdado Cabello, y los jueces son títeres del régimen. ¿De qué transición hablamos si todo el sistema está podrido? Antes de hablar de elecciones, hay que exigir la publicación de las actas y reconocer al verdadero ganador.

¿Diplomacia o complicidad?

Colombia dice buscar estabilidad regional, pero este plan parece más un gesto político que una solución. Sin presión internacional, sin sanciones efectivas y sin garantías para la oposición, Maduro seguirá en el poder. Y cada día que pasa, la crisis humanitaria se profundiza.

Petro niega lo que dijo su canciller

A través de un comunicado el gobierno de Colombia ahora niega lo que declaró su canciller en Madrid: “El Ministerio de Relaciones Exteriores se permite aclarar que la información que ha circulado en las últimas horas en medios de comunicación sobre un supuesto apoyo de Colombia a un plan para salida negociada de Nicolás Maduro del poder no corresponde a lo expresado por la Canciller Villavicencio Mapy en la entrevista.

El gobierno de Colombia respeta el derecho internacional y no tiene injerencia en los asuntos internos de los demás países y respeta la soberanía del hermano país de Venezuela.

Colombia y Venezuela mantienen una relación histórica de respeto y esto no puede verse afectado por información descontextualizada publicadas en medios de comunicación”.

Desde luego que tampoco Gustavo Petro es creíble y negar las declaraciones de su canciller, es una forma de esconder la realidad y beneficiar al régimen chavista. Qué se pongan de acuerdo.

Llamado a la acción

La comunidad internacional no puede seguir apostando por soluciones tibias. Es hora de exigir transparencia total, sanciones contundentes y garantías reales para la oposición. Validar las actas ocultas, reconocer al ganador legítimo y presionar por una transición sin impunidad son pasos ineludibles. Venezuela no necesita más negociaciones vacías: necesita justicia, verdad y elecciones limpias. Todo lo demás es complicidad.