Por Héctor J. Zarzosa González*–
En un continente que busca redefinir su soberanía frente a la incertidumbre geopolítica, una transformación silenciosa y profunda está teniendo lugar, no en los grandes centros de poder, sino en los tejados, las comunidades de vecinos y las pequeñas empresas. La reciente campaña “Personas con energía propia”, lanzada por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) de España, es mucho más que una iniciativa publicitaria: es el relato elegante de un cambio de paradigma monumental. Ilustra el camino hacia una energía más humana y democrática, donde la soberanía deja de ser un concepto abstracto para convertirse en una realidad tangible, construida voltio a voltio por la ciudadanía.
Este movimiento, que celebra a las más de 550.000 personas y empresas que ya han iniciado este camino en España, simboliza un giro esencial en la política energética europea: la transición ya no se lidera únicamente desde las macroinfraestructuras, sino que se empodera desde los hogares.
El concepto de resiliencia comunitaria ha dejado de ser una teoría para materializarse en proyectos concretos que sirven de faro para toda Europa. La esencia de esta transición humana y comunitaria se ejemplifica en iniciativas como la creación de Centros de Resiliencia Energética en comunidades vulnerables. Estos espacios, propiedad de la comunidad y equipados con energía solar y almacenamiento, garantizan el acceso a electricidad confiable durante fenómenos atmosféricos extremos, transformando la vulnerabilidad en autonomía.
Como bien expresó una residente de la comunidad de La Perla, en Puerto Rico, ante un proyecto similar: “Me siento honrada de poder ser parte de este proyecto que responde a necesidades reales de nuestra comunidad”. Esta afirmación captura el núcleo del cambio: una transición energética que es inclusiva y justa no solo acelera la descarbonización, sino que restaura el tejido social y devuelve el control a las personas.
El autoconsumo en España ha experimentado un crecimiento del 1.600% desde 2018, año en que se eliminó el conocido “impuesto al sol”. Hoy, esta fórmula aporta ya 8 GW de potencia instalada a las necesidades energéticas del país. Esta cifra no es solo un indicador técnico; es la prueba irrefutable de un movimiento social imparable.
La campaña del IDAE juega inteligentemente con un doble sentido: las “personas con energía propia” son aquellas que, con su actitud vital, iluminan a su entorno y, al mismo tiempo, son las que deciden tomar las riendas de su suministro eléctrico. Este empoderamiento conlleva beneficios tangibles: un ahorro importante en la factura eléctrica, independencia de las fluctuaciones de precios y una reducción de emisiones contaminantes. Es la democratización energética en su máxima expresión.
La Comisión Europea comprende que su futuro energético, seguro y competitivo, depende de su capacidad para combinar la gran escala con la microgeneración.
La UE se ha marcado el ambicioso objetivo de que el 42,5% de su consumo energético proceda de fuentes renovables en 2030, y los ciudadanos están resultando ser agentes clave para alcanzarlo. La reforma del mercado eléctrico de la UE, en vigor desde julio de 2024, busca precisamente que las facturas de los ciudadanos y las empresas sean más independientes del precio de mercado a corto plazo, favoreciendo aún más este modelo.
*Perfil del autor
Héctor J. Zarzosa González es Ingeniero Superior de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), doble MBA y master Project Management Internacional.
Es Corresponsal de ICN Diario en Europa.
Es Director en Silicon Valley Global y de la Fundación Uniteco.
Es docente en universidades como la UPM, la Universidad de Alcalá o la Universidad San Francisco de Quito.