Europa: ¿Soberanía energética o dependencia eterna?

Este verano de 2025 podría recordarse como el momento en que Europa decidió su destino industrial.

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street thermometer on a street marking 44 degrees celsius

Por Héctor J. Zarzosa González *

Mientras una ola de calor asfixiante ha empujado los termómetros europeos hacia más de 40 °C, otro fuego —igual de intenso— arde en los despachos de Bruselas: la batalla por redefinir el modelo industrial del continente en un mundo fracturado. El recién aprobado Clean Industrial Deal por la Comisión Europea no es solo un plan climático. Es un grito de guerra geopolítico para escapar de la trampa de la dependencia energética y evitar que Europa se convierta en un actor secundario. Un desafío que exige electrificar fábricas, controlar el sol y el viento, y competir con gigantes como EE. UU. y China en la carrera por los recursos críticos. Pero el camino está plagado de obstáculos: crisis en el Estrecho de Ormuz, aranceles asfixiantes y una infraestructura obsoleta.

Europa respira con pulmones prestados

Casi el 10 % del gas natural licuado (GNL) que alimenta sus industrias proviene de Qatar, un suministro que hoy pende del hilo frágil del Estrecho de Ormuz. Tras los últimos ataques entre Israel e Irán, el precio del gas holandés (TTF) alcanzó máximos de tres meses (41 €/MWh), recordando que cualquier chispa en Oriente Medio puede incendiar la economía europea.

A esto se suma el acuerdo comercial con EE. UU., que obliga a la UE a comprar 750.000 millones de dólares en GNL estadounidense en tres años, consolidando una dependencia que debilita su autonomía energética. Y mientras tanto, la industria europea paga precios de electricidad que duplican los de EE. UU. y triplican los de China.

Y por si fuera poco, el 40 % de las redes eléctricas del continente —diseñadas para un mundo que ya no existe— necesita una inversión de 584.000 millones de euros en modernización antes de 2030. El objetivo: soportar flujos bidireccionales y evitar colapsos como el “apagón de abril” en España, vinculado a desconexiones masivas de plantas solares.

El Clean Industrial Deal: ¿solución o espejismo?

Europa se encuentra en una encrucijada industrial. La presión por descarbonizar, la competencia global y la dependencia de materias primas externas han llevado a la Comisión Europea a lanzar el Clean Industrial Deal, un ambicioso plan que busca reindustrializar el continente con la energía limpia como eje vertebrador. Pero ¿es realmente una solución estructural o un espejismo político?

El Clean Industrial Deal no se limita a reducir emisiones. Su propósito es reconfigurar la cadena de valor industrial europea, desde la extracción de litio hasta la fabricación de electrolizadores, pasando por la producción de hidrógeno verde y la electrificación de procesos industriales. Entre sus metas más destacadas:

  • Electrificar el 50 % de los procesos industriales de baja temperatura (<500 °C), especialmente en sectores como alimentación, papel y textil, mediante tecnologías maduras como las calderas eléctricas con almacenamiento térmico.
  • Movilizar más de 100.000 millones de euros para impulsar la fabricación de tecnologías limpias en Europa, incluyendo baterías, paneles solares, bombas de calor y electrolizadores.
  • Reducir la dependencia de proveedores externos mediante la creación de un centro europeo de materias primas críticas y mecanismos de compra conjunta para empresas europeas.

Aunque el plan promete una transformación profunda, no todos los sectores están convencidos. Las industrias de alta temperatura —como la siderurgia, el cemento o la cerámica— enfrentan enormes desafíos. Electrificar procesos por encima de los 500 °C sigue siendo técnicamente inviable sin avances significativos en hidrógeno verde o energía nuclear.

Además, el coste energético en Europa sigue siendo un obstáculo: la electricidad es casi el doble de cara que en EE.UU. o China, lo que pone en riesgo la competitividad de muchas industrias.

España y Alemania han tomado la delantera en la implementación del plan. Han reducido los plazos de aprobación de proyectos eólicos de 24 a solo 6 meses, y se han comprometido a instalar 72 GW solares y 55 GW eólicos antes de 2030. También se prevé cuadruplicar la capacidad de baterías para gestionar la intermitencia de las renovables. España, en particular, destaca por su capacidad instalada en fotovoltaica (31 GW, el 12 % de la UE), lo que la posiciona como un actor clave en la transición energética. Sin embargo, esta expansión debe equilibrarse con la conservación de ecosistemas y paisajes agroforestales.

Otro de los pilares del Clean Industrial Deal es la economía circular, con el objetivo de que el 24 % de los materiales sean circulares en 2030. Esto implica no solo reciclar, sino rediseñar procesos industriales para que los residuos se conviertan en recursos. La UE también apuesta por la minería urbana y la recuperación de materiales estratégicos como tierras raras, esenciales para baterías y paneles solares.

Desde el punto de vista geopolítico, la guerra comercial lanzada por Trump ha convertido cada megavatio en un arma. Pero la situación en el Estrecho de Ormuz es el cuello de botella que podría estrangular a Europa. Si Irán bloquea el tránsito, Bélgica —dependiente en un 45 % del GNL qatarí— vería colapsar su industria. Países como Italia y Polonia no le irían a la zaga.

Este verano de 2025 podría recordarse como el momento en que Europa decidió su destino industrial. Si el Clean Industrial Deal triunfa, el continente podría:

  • Reducir un 30 % su dependencia del GNL para 2030
  • Crear 2 millones de empleos en renovables
  • Convertir el hidrógeno verde en un activo geopolítico

Si fracasa, posiblemente veremos deslocalizaciones masivas hacia EE. UU. —donde la energía es tres veces más barata— y una nueva era de sumisión comercial.

*Perfil del autor

Héctor J. Zarzosa González es Ingeniero Superior de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM),  doble MBA y master Project Management Internacional.
Es Corresponsal de ICN Diario en Europa.
Es Director de Silicon Valley Global y de la Fundación Uniteco, así como en diferentes planes formativos, siendo docente en universidades como la UPM, la Universidad de Alcalá o la Universidad San Francisco de Quito.