La Armada de los Reactores Nucleares de España: Una Flota en el Ocaso

Los reactores nucleares generan el 20% de la electricidad de España, pero su destino está sellado: en 2027, el primero cerrará sus puertas. Mientras, en los laboratorios de Qingdao (China), unos científicos sostienen un matraz con trazas de uranio extraído del mar. Un invento revolucionario

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Central Nuclear de Trillo. Fuente: wikipedia.org

Por Héctor J. Zarzosa González *

En las noches silenciosas de Trillo (Guadalajara), el reactor más potente de España, una bestia de 1.066 megavatios, sigue rugiendo desde su puesta en marcha en 1988. Es el último de una generación que levantó la industrialización del país, pero hoy es un dinosaurio al borde de la extinción.

Los reactores nucleares generan el 20% de la electricidad de España, pero su destino está sellado: en 2027, el primero cerrará sus puertas. Mientras, en los laboratorios de Qingdao (China), unos científicos sostienen un matraz con trazas de uranio extraído del mar. Un invento revolucionario.

España consume al año unos 250 teravatios-hora (TWh), equivalentes a 250.000 millones de bombillas encendidas una hora. La nuclear aporta 50 TWh de esa cifra, constantes, sin depender del viento o el sol, pero siete de los ocho reactores del país superan los 35 años de edad. Su jubilación dejará un vacío que las renovables, por ahora, no pueden llenar sin ayuda del gas natural.

Un reactor nuclear funciona el 90% del año, mientras que un parque eólico, el 35%. Si pensásemos lo que supone en equivalencia reemplazar Almaraz solo con solar, requeriría 4.000 hectáreas de paneles. El gas, plan B ante intermitencias, disparará la factura.

Y sin embargo, la nuclear sigue siendo la energía más controvertida. No por su coste (producir un megavatio-hora cuesta entre 30 y 50 euros, menos que el gas), sino por su legado eterno: los residuos radiactivos. En un almacén temporal de Cuenca, bidones blindados guardan 4.000 toneladas de combustible nuclear gastado. Su radiactividad durará milenios. Pero las renovables, pese a su imagen limpia, también dejan cicatrices. En 2030, España tendrá 150.000 toneladas anuales de placas inservibles, llenas de plomo y cadmio. Solo el 30% se recicla. No es mejor la derivada generada por la eólica, pues cada aerogenerador contiene 120 toneladas de fibra de vidrio no reciclable. Y por último, las baterías de litio, el “oro verde” de la transición, se convierten en un quebradero de cabeza, pues menos del 5% se recupera. Pero tenemos que tener en cuenta también que los residuos nucleares están controlados, mientras que los renovables, dispersos y sin regulación clara. En cifras, por cada gigavatio producido en un reactor se generan 30 toneladas/año, en comparativa con las más de 10.000 toneladas/año generadas por eólico y solar.

En 2018, un equipo de la Academia China de Ciencias logró extraer gramos de uranio del mar usando unas fibras plásticas que atraen el metal como imanes. El océano contiene 4.500 millones de toneladas de uranio disuelto, pero el proceso es carísimo: 300 dólares por kilo, frente a los 30 de la minería tradicional. Pero para lograr controlar y hacer eficiente y económicamente rentable esta tecnología, hace falta quizá una década.

Mientras España debate el cierre de los reactores, en Shanghái un equipo de ingenieros prueba un reactor que parece salido de una novela de Isaac Asimov. Es un MSR (Molten Salt Reactor), un diseño que usa uranio o torio disuelto en sales líquidas a 700°C. No necesita agua a presión, no puede fundirse como Chernóbil y su residuo más peligroso dura 300 años, no 300.000. Puede alimentarse del plutonio y actínidos que hoy entierran en Villar de Cañas y aprovecha el 95% del uranio (frente al 5% de los reactores actuales).

Al mismo tiempo que Alemania cierra sus nucleares y Francia apuesta por los EPR (caros y problemáticos), los MSR podrían ser la tercera vía. Pero España, atrapada entre el “cero nuclear” y el “renovable a toda costa”, ni siquiera los discute. Si se desarrollase la tecnología de uranio marino en combinación con el sistema MSR, estaríamos hablando de una energía nuclear como parte de las renovables, con mayor eficiencia, eterna y menos contaminante.

Así que, mientras en Trillo y Ascó, los viejos gigantes siguen funcionando… con la sombra de un reloj que no deja de contar. ¿Será demasiado tarde cuando España decida mirar al futuro? ¿Habrá más apagones? ¿Y qué sucederá en el momento en el que se apaguen los reactores y no se pueda cubrir la demanda eléctrica? Es momento de pensar en políticas globales, de país, de futuro, no en estrategias supuestamente verdes y con tintes políticos. Estamos hablando del legado energético y el crecimiento de un país.

*Perfil del autor

Héctor J. Zarzosa González es Ingeniero Superior de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y cuenta con diversas maestrías, entre ellas un doble MBA y otra en Project Management Internacional.
Es Director Técnico del Grupo Corporación Marítima Lobeto Lobo.
Es Diplomado en Docencia Universitaria, autor de importantes publicaciones, y ejerce además como director de diferentes planes formativos, siendo docente en diversas universidades como la UPM, la Universidad de Alcalá o la Universidad San Francisco de Quito.