El Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, ha fallecido a los 88 años de edad, ha anunciado el Vaticano.
“El Papa Francisco ha muerto este Lunes de Pascua, 21 de abril de 2025, a los 88 años en [su residencia] Casa Santa Marta en el Vaticano”, ha publicado la Santa Sede en la red social X.
Poco después, el cardenal Kevin Farrell, camarlengo de la Cámara Apostólica, hizo el anuncio oficial:
“Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de Su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente hacia los más pobres y marginados. Con inmensa gratitud por su ejemplo como verdadero discípulo del Señor Jesús, encomendamos el alma del Papa Francisco al infinito amor misericordioso del Dios Uno y Trino”, declaró.
La noticia llegó al día siguiente de que el sumo pontífice apareciera ante miles de creyentes en la Plaza de San Pedro en el Vaticano para felicitarles por el Domingo de Resurección y mantuviera un breve encuentro privado con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance.
El 14 de febrero pasado, el Papa Francisco fue ingresado en el Hospital Policlínico Agostino Gemelli el viernes 14 de febrero de 2025, tras padecer bronquitis durante varios días. Su estado clínico empeoró gradualmente, y los médicos le diagnosticaron neumonía bilateral el martes 18 de febrero. Tras 38 días en hospital, el pontífice regresó a su residencia vaticana en la Casa Santa Marta para continuar su recuperación. (Sputnik)
🔴 Desde la Capilla de Casa Santa Marta, el Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, anunció la muerte del #PapaFrancisco este lunes 21 de abril de 2025 a las 7:35 de la mañana. pic.twitter.com/I2pb9lyoIq
— Vatican News (@vaticannews_es) April 21, 2025
Papa Francisco: Doce años de procesos, nuevos dinamismos y puertas abiertas
Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano.-
El Papa Francisco fue el primero en muchas cosas. El primer Papa jesuita, el primer Papa originario de América Latina, el primero en elegir el nombre de Francisco sin un numeral, el primero en ser elegido con su predecesor aún vivo, el primero en residir fuera del Palacio Apostólico, el primero en visitar tierras nunca antes tocadas por un Pontífice -desde Irak hasta Córcega-, el primero en firmar una Declaración de Fraternidad con una de las principales autoridades islámicas. También fue el primer Papa en dotarse de un Consejo de Cardenales para gobernar la Iglesia, en asignar funciones de responsabilidad a las mujeres y a los laicos en la Curia, en lanzar un Sínodo que implicaba por primera vez al Pueblo de Dios, en abolir el secreto pontificio para los casos de abusos sexuales y en suprimir la pena de muerte del Catecismo. Primero, una vez más, en dirigir la Iglesia mientras en el mundo no hace estragos “una” guerra, sino muchas guerras, pequeñas y grandes, libradas “a pedazos” en los distintos continentes. Una guerra que “siempre es una derrota”, como repitió en los más de 300 llamados, incluso cuando le faltaba la voz, que ocuparon todos los últimos pronunciamientos públicos desde el estallido de la violencia tanto en Ucrania como en Medio Oriente.
Procesos
Pero Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, probablemente no hubiera querido que el concepto de “primero” se asociara a su pontificado, que se proyectó en estos doce años no para alcanzar metas o ganar primados, sino para iniciar procesos. Procesos en curso, procesos concluidos o lejanos de serlo, procesos probablemente irreversibles, incluso para quien lo suceda en el trono de Pedro. Fueron acciones generadoras de “nuevos dinamismos” en la sociedad y en la Iglesia -como escribió en la hoja de ruta de su pontificado, la exhortación apostólica Evangelii gaudium– siempre en el horizonte del encuentro, del intercambio y de la colegialidad.
Desde el fin del mundo
“Comenzamos este camino, obispo y pueblo”, fueron las primeras palabras pronunciadas desde el Balcón de la Bendición, avanzada la tarde del 13 de marzo de 2013, ante una multitud que desde hacía un mes abarrotaba la Plaza de San Pedro, bajo la atención mundial tras la renuncia de Benedicto XVI. Ante esa multitud, el recién elegido Papa de 76 años, escogido “desde el fin del mundo” por sus hermanos cardenales, pidió una bendición. Rezó un Ave María con la gente, tropezando con un italiano que no había practicado asiduamente hasta entonces, dadas las escasas visitas a Roma del pastor de Buenos Aires, quien estaba listo para preparar sus maletas inmediatamente después del Cónclave. Y al pueblo, al día siguiente, quiso presentarle sus respetos cercanos mientras se dirigía a la parroquia de Santa Ana y luego a la basílica Santa María La Mayor, para agradecer a María “Salus Populi Romani”, protectora de su pontificado, a la que siguió rindiendo homenaje en cada momento fuerte. Y fue en esa basílica, llamada “liberiana”, donde Francisco expresó su deseo de ser sepultado.
En línea con su ministerio pastoral en Argentina, el Papa manifestó su cercanía a la gente en todos los años venideros de diversas maneras: con las visitas a los empleados vaticanos en las oficinas, con los Viernes de la Misericordia en el Jubileo de 2016 en lugares de marginalidad y exclusión, con los Jueves Santos celebrados en cárceles, asilos y centros de acogida, con la larga gira por parroquias de la periferia romana, con visitas sorpresa y llamadas telefónicas. Y lo manifestó también en cada viaje apostólico, empezando por el primero, a Brasil en 2013, heredado del programa de Benedicto XVI, del que se recuerdan las imágenes del papamóvil atascado en medio de la multitud.