Por Facundo Ordeig.-
Nos encontramos a poco más de cuarenta días de las Elecciones Nacionales, con encuestas de opinión pública que indican que, para el balotaje, el margen de error que presentan las consultoras es equivalente a la diferencia que separa a la coalición republicana del Frente Amplio. En este sentido el escenario político podría recordar a 2019, cuando los indecisos resultaron ser la clave para la victoria de Luis Lacalle Pou pero la actitud de electores, e incluso militantes, ha cambiado. El entusiasmo, la incertidumbre, el clima electoral que caracteriza a nuestro país ha desaparecido, no se encuentra en las calles que día a día recorren los candidatos.
La indiferencia de quienes no se identifican con un partido político debería llamar la atención de quienes han reemplazado la cercanía por la inmediatez, la responsabilidad por la visualización, la autenticidad por lo planificado desde una agencia de comunicación que pretendiendo transmitir liderazgo, no contempla las caras largas al apagar las cámaras. Por supuesto, quien es de uno piensa que se trata del otro, pero la desconexión trasciende a las ideologías; un reflejo de lo que sucede en nuestra sociedad, donde importa más la imagen que el contenido, ¿o las propuestas de Andrés Ojeda tienen más alcance que su video levantando pesas?
Ejemplos sobran, ¿o acaso importó más que Yamandú Orsi tuviese 334 contrataciones directas que su video bailando en la despedida de la Intendencia de Canelones? Un círculo vicioso en el que los electores se centran en lo superficial, llevando al sistema a dedicarse a lo mismo para así aumentar la distancia con la realidad, resquebrajándose la confianza al ofrecer más personajes que soluciones concretas.
Un 53% de la ciudadanía siente poco o nada de interés en la política
Este es el resultado de la encuesta realizada por CIFRA entre el 17 al 24 de Junio del corriente año, a días de las Elecciones Internas, lo que es coincidente con que a pesar de que The Economist considera a nuestro país como la Democracia más plena de América del Sur, nuestras calificaciones más bajas se encuentran en las categorías de “participación política” y “cultura política”. Indicadores que no sorprenden cuando el contenido al que se expone al ciudadano es de baja calidad, cuando no aporta a su presente o a su futuro, porque ¿de qué sirve que Álvaro Delgado cocine junto a Sergio Puglia cuando quien lo vé no llega a fin de mes o la ambulancia no llega a la puerta de su hogar por el estado de las calles? Pero, si esta es nuestra prioridad, ¿por qué nos conformamos con menos cuando de nosotros depende quién se encuentra en el Gobierno Nacional, en el Parlamento, en cada una de las Intendencias y las Alcaldías?
Existen razones para ser indiferente, pero, ¿a dónde nos conducirá? Para Jean Jaques Rousseau, la respuesta no es otra que injusticias e inestabilidad, razón por la que debemos centrarnos en los programas de gobierno, pero sobre todo, en quienes lo llevaron a cabo, debiendo desconfiar de quienes los mantienen en secreto pues la administración de la seguridad, de la salud y la educación – entre otras – depende de su experiencia profesional, de su carrera académica, pero sobre todo, de su ética