Paolo Berizzi
Embajador de la Unión Europea en Uruguay.-
El concepto “Fake News” podrá ser nuevo, pero la práctica tiene miles de años de antigüedad. Cuando en el siglo VIII se crean los Estados Pontificios, uno de los documentos fundacionales fue la llamada “donación de Constantino”. Ese texto indicaba que en el siglo IV el Emperador romano Constantino “donaba” al Papa el derecho de gobernar Roma y de intervenir en temas políticos del Imperio Romano de Occidente. Así se transformaba de facto el Papado en un poder temporal. Durante 600 años nadie puso en discusión la autenticidad de la “donación de Constantino” hasta que el humanista y filólogo del siglo XV Lorenzo Valla, que fue también profesor en mi antiquísima Universidad de Pavia, demostró que se trataba de una falsificación.
Hoy, naturalmente la información circula años luz más rápida que entonces y por múltiples medios y redes sociales. Si por un lado es más fácil encontrar los elementos para desmentir una noticia falsa, por otro lado, es muy sencillo poner en circulación y amplificar cantidades importantes de mentiras. Campañas bien orquestadas, que repiten muchas veces la misma falsedad, pueden lograr que varias personas terminen creyéndole – sobre todo aquellos que no tienen recursos o capacidades para defenderse de las falsas noticias. En los últimos años, la vacuna contra el COVID-19, el Brexit, el cambio climático y la agresión rusa a Ucrania fueron los temas sobre los cuales se generaron más “fake news”.
Además, la inteligencia artificial – que valoramos sus aportes al progreso- puede automatizar la creación de noticias falsas, estimulando una explosión de contenido web que imita artículos fácticos y que en su lugar difunde información falsa sobre elecciones, guerras y desastres naturales. Se habla de centenas o de miles de artículos que se pueden generar automáticamente y multiplicar en redes sociales poco controladas. Este fenómeno se está acelerando rápidamente, debido a los importantes procesos electorales futuros, por ejemplo, en Europa o en los Estados Unidos; y que puede impactar también en Uruguay. Imagínense que hace poco, políticos de un país europeo se dieron cuenta que sus voces habían sido clonadas pocos días antes de las elecciones para hacerles decir lo que en realidad no pensaban.
Frente a estos peligros, la Unión Europea no se quedó con los brazos cruzados. En 2015, la Unión Europea lanzó su sitio web https://euvsdisinfo.eu/, donde un equipo de expertos en comunicación se dedica a desmentir informaciones falsas y manipuladoras, sobre todo provenientes de Rusia. Hasta ahora, detectaron, y desmintieron más de 17.000 casos de falsedades, como por ejemplo que “Ucrania admitió su responsabilidad en el ataque terrorista al centro comercial Crocus” o que el Alto Representante para la Política Exterior y Seguridad de la UE, Josep Borrell “admitió que la UE está en guerra con Rusia”. Ahora tenemos en el Servicio Europeo de Acción Exterior un equipo muy calificado que se dedica exclusivamente a esto. Hemos construido también estructuras como el Sistema de Alerta Rápida sobre desinformación, para permitir actividades conjuntas con otras instituciones de la UE y sus Estados miembros. Hemos desarrollado un marco y una metodología integrales para la recopilación sistemática de evidencia de incidentes de Manipulación de Información e Interferencia Extranjera. Estamos liderando el esfuerzo para construir una verdadera comunidad de defensores, facilitada por un Centro de Intercambio y Análisis de Información. Estamos reforzando continuamente el conjunto de instrumentos de la UE para hacer frente a la manipulación de la información y las injerencias extranjeras, inclusive imponiendo costes a los autores.
Al final, cada sistema democrático funciona en base a la información, que es el combustible de la democracia. Si la información es mala, la democracia es mala. Si la información está sistemáticamente sesgada y contaminada por la mentira, los ciudadanos no pueden tener buen conocimiento de la realidad y su juicio político está sesgado. Sin querer creernos los únicos depositarios de la verdad, deseamos que la información sea – como todos los productos de los cuales nos nutrimos – un bien sano, protegido y garantizado, porque de otra manera, puede llegar a afectar quizás no los cuerpos, sino las mentes.
Lamento utilizar un lenguaje bélico mientras que todos anhelamos la paz, pero desgraciadamente la comunicación se ha convertido en un arma y por ende tenemos que ganar esta batalla de narrativas, en defensa de la libertad.En la Unión Europea este fenómeno está ocurriendo desde hace años. Nos preguntamos, ¿acá no va a pasar? Yo creo que desgraciadamente es un fenómeno que pasa en todo el mundo. Por eso, valoramos que hace un mes los partidos políticos en el Parlamento reafirmaron el Sistema Pacto Ético contra la Desinformación, un excelente primer paso. La UE está dispuesta a colaborar activamente con los países que lo quieran, compartiendo su propia experiencia.