Por Raúl Vallarino.-
A 105 años de su nacimiento (28 de enero de 1919), a Wilson Ferreira Aldunate se le recuerda todos días, porque su legado es cada vez más vigente porque tuvo la particularidad de anticiparse en el tiempo y definir con sus ideas únicas, incomparables, lo que nos aguardaba en el futuro.
Lo anticipó y nos hizo más fuertes y aguerridos. Levantó las banderas del Partido Nacional en los momentos más difíciles de Uruguay y salió airoso de mil batallas; nos dio su ejemplo y entregó su vida por la patria.
Con mi credencial cívica recién obtenida lo voté con orgullo en las elecciones de 1971 y La ley de lemas – vigente en esos años- hizo que Juan María Bordaberry lograra la presidencia a pesar de obtener 60.134 votos menos que Wilson Ferreira Aldunate.
Y sobre la inexistente fiabilidad de esos comicios, donde se descubrió que sufragaron personas que ya no estaban en este mundo (Dicho claramente, votaron los muertos) y en circuitos de Ciudad Vieja de Montevideo y varias zonas de Canelones se contabilizaron más sufragios que votantes, y en otros, en distintas zonas, se verificaron más votos incluso que los inscritos en el registro electoral.
Wilson había ganado los comicios, pero el fraude desde el pachequismo en el gobierno, lo impidió.
Nunca imaginé en 1971, que años después el destino me tenía reservado un papel en un hecho histórico que marcaría el retorno de Wilson a Uruguay, luego de más de 11 años de injusto exilio del gran caudillo nacionalista.
Junio de 1984, mi labor en la empresa argentina de navegación El Faro, me llevó a estar al frente del operativo de regreso al país de Wilson, en la memorable travesía del vapor de la carrera, “Ciudad de Mar del Plata II”.
Los propietarios argentinos del buque, dejaron en mis manos el armado del viaje y los detalles de la operación retorno, en momentos duros, donde muchos presionaban para que desistiese del plan de traerlo de regreso a Uruguay desde Buenos Aires a Montevideo.
Hubo amenazas constantes hacía mi persona desde ciertos sectores para que desistiera del operativo del regreso; algunas un tanto sutiles y otras más directas.
Pero nada impidió que el sábado 16 de junio de 1984, Wilson Ferreira Aldunate, pisara tierra uruguaya al descender del vapor de la carrera en el puerto de Montevideo.
Y así lo narro en mi libro “Wilson, la travesía, testimonios del regreso”, con prólogos de José Alem Deaces y Carlos Daniel Camy; dos campañeros wilsonistas de todas las horas y en un incomparable capítulo donde el entonces teniente de Prefectura, Luis Jaunsolo, siendo blanco, tuvo que ir a detenerlo.
En ese momento histórico estuve junto a él en el instante que con enorme entereza, era llevado a la cárcel injustificada, por un delito inexistente, que le impediría ser candidato a la presidencia de la República.
Luego de obtenida su libertad, volvimos a encontrarnos, incluso en viajes que Wilson realizó a Buenos Aires. Muchas veces dialogamos y en cada encuentro, reafirmaba mi admiración por el caudillo y me sentía más orgulloso de ser wilsonista.

Hoy sigo sintiendo el mismo orgullo, porque su legado es imperecedero y nos señaló a todos los blancos el camino a seguir.
Su frase histórica nos define: “Se es blanco todo el día, se es blanco toda la noche, se es blanco siempre” (Wilson Ferreira Aldunate).
Raúl, un verdadero wilsonista!!! 👏
Vallarino es hoy un referente del wilsonismo. Aplausos para él 👏👏👏
Un genio Raúl Vallarino que se jugó la vida para traer de regreso al caudillo cuando muchos no querían comprometerse.
Fuiste un valiente querido Flaco.
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