La libertad y el hambre

0
814

Por Juan Pedro Arocena.-

“Quién tiene hambre no es libre”, solemos oir.  Esta sentencia formó parte de una estratagema de penetración cultural, que valiéndose de la manipulación del lenguaje procuró y en buena medida logró, desacreditar las libertades que las revoluciones liberales de hace más de dos siglos lograron instituir al incluirlas en las constituciones de las democracias y los estados de derecho que de ellas emergieron. La libertad es una categoría jurídico política que podría definirse como “el estado en virtud del cual un hombre no se halla sujeto a coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro u otros” (Hayek “Los fundamentos de la libertad”). La martingala manipuladora propia del comunismo gramsciano nos induce a confundir las libertades individuales con las potencialidades y las posibilidades de elección de los individuos. Hayek pone el ejemplo de un montañista que una vez logrado su objetivo, sólo ve como posible un camino de descenso extremadamente peligroso. Por más que esté impedido de elegir, nunca se podría afirmar que no es un individuo libre. Desenmascarando esta metamorfosis deliberada del término “libertad”, podríamos afirmar, cuantos tenistas aficionados habemos, que no somos libres de ganarle a Novak Djokovic aunque sea un solo game, pero eso no nos hace menos libres sino menos habilidosos, o menos dotados de determinadas potencialidades.

El hambre es una condición del padecer humano de tipo social y económico. No es una categoría jurídica ni política. Y así como las revoluciones liberales alumbraron la libertad, las revoluciones agrícola e industrial hicieron otro tanto con la prosperidad. A partir de estos procesos se multiplicaron para los seres humanos las posibilidades de ser más libres y menos menesterosos. El hambre y la pobreza se combaten con prosperidad y desarrollo económico y no enfrentándolas a la libertad como si ésta tuviera algo de responsabilidad sobre aquéllas o como si en cierta forma las provocara. De hecho, la situación que se nos presenta en el concierto de las naciones es exactamente la inversa, al existir una altísima correlación entre libertad y prosperidad, entre libertad y desarrollo humano, entre libertad y desarrollo económico, entre libertad y bienestar social. Transitando desde Hayek a Vaz Ferreira, podríamos decir que estamos ante una interesada y deliberada falsa oposición. Se trata de una falacia que ha sido usada por el comunismo para imponer una hegemonía cultural antiliberal y que nos resulta tanto más dolorosa cuando la leemos en la pluma de correligionarios.

Pero no es ésta la única manipulación hegemónica del término. En tiempos en que la estrategia comunista era insurreccional, se solía decir que “el hambre es también violencia” y a partir de allí no sólo no siempre robar y matar estuvo mal, sino que para muchos, formó parte de la heroicidad. Desde luego que el hambre no se solucionó con la violencia guerrillera y en los países donde ella triunfó la pobreza y la subalimentación aumentaron.

Hasta aquí consideraciones de tipo general. Pero hablemos del hambre en Uruguay: “Los determinantes de la seguridad alimentaria y nutricional en Uruguay se deben a la pobreza e indigencia que se concentran en áreas urbanas marginales, pequeñas localidades y áreas dispersas” (FUENTE: INDA; Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional en Uruguay). Son hogares que han perdido contacto con la actividad económica. El objetivo de erradicar el hambre con el que se ha comprometido el INDA, parte en lo inmediato de una inevitable asistencia nutricional, pero una solución más definitiva pasa por la reinserción de esos hogares en la actividad económica, algo que nada tiene que ver con la libertad de los agentes económicos (empresas y trabajadores) que la desarrollan desde el tejido social activo. “La disponibilidad de alimentos no constituye un problema de inseguridad alimentaria…” (FUENTE: INDA documento citado). “Uruguay tiene la dieta más saludable y barata de la región con un valor de U$ 3.41 ($ 135) por persona por día. Además tiene la mayor posibilidad de acceso a la misma” (FUENTE: FAO; Informe sobre el “Panorama de seguridad alimentaria y nutricional 2022”). No podría ser de otra manera en un país en el que hay 3 1/3 de cabezas de ganado vacuno por habitante, el salario mínimo nacional es de $ 21.107 y un cuidacoches gana como mínimo $ 600 al día.

Cuando esta manida frase se escucha en boca de un comunista, constituye la misma letanía con que se viene insistiendo desde los años 60 para descaecer las “libertades burguesas” y conducir al mayor número hacia la conciencia de la “democracia económica”, la que comenzaría a regir con el proceso de socialización de la economía. Ya sabemos que el intento fracasó. Cuando la frase se ubica en la boca de un correligionario, lo que subyace, es la intención de acercarse a un sector del electorado adverso al liberalismo económico por estar cautivo de antivalores que se han hecho hegemónicos. Por intentar ganar pequeñas escaramuzas electorales, se va perdiendo la guerra psico política, al sumergirse progresivamente hasta aceptarla e incluso difundirla, en una hegemonía cultural que es enemiga de la libertad.

,