El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su secuestrador o retenedor.
La historia cuenta que el 23 de agosto de 1973, Jan-Erik “Janne” Olsson intentó asaltar un Banco de Crédito de Estocolmo, Suecia. Tras verse acorralado tomó de rehenes a cuatro empleados del banco, tres mujeres y un hombre. Entre sus exigencias estaba que le trajeran a Clark Olofsson, un criminal que en ese momento cumplía una condena. A pesar de las amenazas contra su vida, incluso cuando fueron obligados a ponerse de pie con sogas alrededor de sus cuellos, los rehenes terminaron protegiendo al captor para evitar que fueran atacados por la Policía de Estocolmo.
Esto se asemeja a lo que ocurre- salvando las distancias- en Argentina, donde el peor gobierno peronista desde el regreso a la democracia, tiene posibilidades de volver a gobernar, con un ministro de Economía y candidato oficialista, Sergio Massa, que ha llevado al país al mayor desastre en lo económico, con una inflación de tres dígitos, con cerca de 18 millones de argentinos, bajo la línea de pobreza y cinco millones viviendo en la indigencia, según datos oficiales y una corrupción sin límites de políticos y allegados al gobierno, que marca la escasa percepción de sus ciudadanos.
La gran mayoría de los ciudadanos no llegan a fin de mes, porque los salarios caen mientras la inflación crece en forma desmedida. Solo con Massa de ministro casi tres millones han entrado en la pobreza y los jubilados ya no pueden siquiera comprar alimentos y mucho menos pensar en comer un trozo de carne.
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Pero si esto indigna, más enojo provoca un periodista militante del kirchnerismo -Pablo Muney – que con total insensibilidad dijo en TV, “que no le va a cambiar la vida a los jubilados por no poder comprar un pedazo de carne”.
Entonces aquí puede aplicarse el síndrome de Estocolmo, donde los rehenes del gobierno, o sea un alto porcentaje de “secuestrados”, sienten empatía por sus flageladores y los votan.
La ignorancia es la clave, por unas pocas monedas que dio Massa a los punteros peronistas en los últimos 20 días (dinero del Estado), cambió la derrota por triunfo, aunque en muy poco tiempo y pasada la jornada electoral, los pobres seguirán en la pobreza y la clase media seguirá desapareciendo.
Los votantes de Massa aplauden la corrupción y la inseguridad
Los votantes de Sergio Massa, padecen el síndrome de Estocolmo y poco y nada les importa que el país se caiga a pedazos mientras les tiren alguna moneda; dinero que nunca más verán pasadas las elecciones.
También se podría hablar de masoquismo y a la vez explicar como un plato de comida y un choripán y un vaso de vino o de cerveza puede cambiar el resultado.
Está claro que la Argentina se hunde en la decadencia y esto es lo que merecen, es el lujo de la miseria.
La inseguridad, nunca resuelta por el gobierno kirchnerista donde tampoco importan los muertos que a diario engrosan la lista de las acciones de la delincuencia. Esos son los votantes de Massa.
Los recientes casos de corrupción dentro del peronismo – kirchnerismo, Martín Insaurralde que gastó fortunas en viajes de placer y regalos suntuosos a su novia que lo llevaron a renunciar y las aberrantes acciones de “Chocolate” Rigau, no le pasaron factura a Sergio Massa, porque los votantes rehenes del peronismo, perdonan un momento de corrupción.
Milei y Massa irán por la presidencia en segunda vuelta electoral.
En un país normal, el pueblo saldría a las calles para echar a Massa del gobierno, pero es Argentina y está todo dicho. Lo vuelven a votar.
Si esto no es masoquismo, qué es?
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