Los celos – Cuento

Hay quienes dicen que ¨cela el que ama¨, pero es el miedo a perder algo que pensamos y asumimos que nos pertenece, percibiendo como una amenaza el que nos puedan arrebatar a la persona querida.

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Por Fernando Portillo

Cuando mis hermanas comenzaron a tener novios conocí un nuevo sentimiento: los celos.

Esta emoción intensa que floreció sin previo aviso al enterarme de que extraños a nuestra familia se incorporaban y pasaban a ser parte de esta, era algo nuevo e inaceptable para mí – no me entraba en la cabeza como mis padres permitían dicha aberración y trataban con agrado a los intrusos -.

El primero en llegar fue Gastón – el flaco- de profesión mecánico ya egresado de la Universidad y con trabajo, era alto y prolijo, pero yo cuando venía a casa a visitar a mi hermana trataba de no cruzar palabra con él.

El ¨Flaco¨ era quien me iba a arrebatar a mi hermana Tatá – Isabel – ese era el problema y en esa época lo vivía de forma intensa, interfiriendo en la posibilidad de entablar una relación amistosa con Gaston que no tenía culpa alguna.

Después apareció Williams – el Conde – al que ya conocía del Colegio Pio, aunque yo estaba un año adelantado a su clase del liceo. Mi viejo – Luis -era el Director Técnico del equipo de futbol que participaba en el campeonato de ADIC – Asociación Deportiva de Integración Colegial – y ¨el Conde¨ – así, yo lo bauticé – era el goleador del equipo y si mal no recuerdo en las idas y vueltas a los partidos en el Land Rover se conoció con Silvia – mi hermana- naciendo su relación.

Si bien nunca tuvimos con Williams una estrecha relación, a esa altura yo ya tenía novia y mis celos se enfocaron más a mi relación amorosa y me despreocupé bastante de los amores de mis hermanas, es más, a Raquel, la tercera hermana luego de mí le presenté a Daniel, un compañero de estudios con el que finalmente se ennovió.

Con mi primera novia los celos representaron un problema que viví de forma intensa, pero que nunca le transmití a nadie, ella al terminar sus estudios secundarios encontró un buen empleo y dos por tres tenía reuniones con sus compañeros de trabajo a las que yo también estaba invitado, pero pocas veces la acompañé y cuando lo hacía odiaba íntimamente a cada uno de los que le que dirigían la palabra.

Esa actitud interfería en la relación haciendo presente mi malestar, aunque no lo manifestara verbalmente.

Hay quienes dicen que ¨cela el que ama¨, pero creo que es simplemente una respuesta involuntaria -o si -, del miedo a perder algo que pensamos y asumimos que nos pertenece, percibiendo como una amenaza el que nos puedan arrebatar a la persona querida.

En mi caso, tanto con mis hermanas como con mi novia en esa época, todas las bases de mis sentimientos negativos eran imaginarios, es decir, creados a partir de pequeños detalles que fui dando forma en mi mente sin tener ningún tipo de pruebas o indicios de algo real que justificara ese sentir.

Por suerte un día se me abrió el cerebro y tome la decisión de que ya no podía seguir viviendo con dudas ni sufriendo por cosas que solo mi siquis creaba.

Afortunadamente creo que supere a los celos -sé que están y nunca van a desaparecer, pero están guardados en una caja de mi mente de la que pocas veces se han querido escapar-.

Gastón, Williams y Daniel fueron mis cuñados y me case con mi primera novia, la vida continuó con hijos, sobrinos, divorcios, nuevos casamientos y más hijos.

Aparecieron celos cruzados entre todos los actores que componían mi familia.

Nacen por cualquier causa, son como una enredadera que se apropia de sentimientos y acciones muchas veces incomprensibles y los más veteranos que medianamente hemos podido domarlos debemos actuar para que estos no florezcan en la vida propia ni en la de nuestros seres queridos.

Superar los celos que sienten los hijos de padres que nos hemos separado, no es fácil, menos para quienes aceptaron acompañarnos en el nuevo matrimonio, por lo cual debemos de tratar de ser parte de la solución, cambiando de bando – antes combatiente y ahora conciliadores – aunque no siempre se logra el éxito en dicha campaña…

La vida me regaló cinco hijos, cuando aparecieron novios y o parejas – el mundo ha cambiado- debo reconocer que en algunas ocasiones los celos quisieron escaparse de su encierro, pero logré guardarlos – con dignidad -.

Estoicamente superé ausencias en algún cumpleaños, fiestas de fin de año y fines de semana con un simple asado, pasando esos momentos sin su compañía.

Los años pasaron, ellos crecieron y encaran su vida como lo hicimos nosotros antes, fuimos el trampolín que los impulso hacia su realización, en realidad no nos podemos quejar, fueron nuestra obra…