
Tiene un grave problema de percepción; cree que es parte de una monarquía que en realidad no existe. Su actitud desenfrenada le hace decir barbaridades propias de una mente en pleno delirio: “Sin mí hay peronismo pero seguramente dividido, inocuo y neutralizado”, dijo en el colmo del mesiánico discurso que pronunció en La Plata, en el acto por el Día de la Militancia.
Es tan confuso todo lo que dice cuando ella intenta digitar e imponer jueces que la salven de sus juicios en las causas de corrupción en curso que resulta increíble que en su discurso de este jueves, dijera: “Donde no hay jueces puestos a dedo, presionables y eternos en sus cargos, el sistema funciona. Están ahí sentados de por vida, como una rémora monárquica. ¿En una sociedad democrática, cómo puede haber gente que decide sobre la libertad y el patrimonio de los argentinos y sus cargos sean eternos? ¿Qué tiene de democrático? Nada”, aseveró Cristina Kirchner.
Ella justamente que se desacata a los fallos de la Justicia, que no respeta la separación de poderes del Estado, donde ya no se puede ocultar la corrupción que ha destrozado a la Argentina. En el colmo del cinismo trata de ser oposición a su propio gobierno y al desastre que creó con los desmedidos planes sociales, mientras la inflación se acerca a los tres dígitos.
No asume los errores del gobierno que encabeza junto a Alberto Fernández, un presidente inoperante y sin ideas que ella misma colocó en ese lugar.
En su inexplicable discurso habló como si ella hoy no fuera gobierno y pudiera solucionar ahora los problemas que aquejan al país: “Podemos volver a hacer esa Argentina, porque ya la hicimos. La gente tiene que decidir si quiere volver a hacer esa Argentina que alguna vez tuvieron”, sin reconocer que ella hoy es quien gobierna en el país y que podría cambiar todo si quisiera.
Cristina baila, mientras el país tiene 17 millones de argentinos viviendo en la pobreza y 4 millones en la indigencia.












