El presidente de Argentina, Alberto Fernández, parece no entender lo que ocurre a su alrededor. Este domingo, el pueblo le propinó al oficialismo una dura derrota en las urnas de todo el país, pero el mandatario demuestra que vive en otro planeta y como siempre ha sido su conducta de interpretar de otra manera le realidad, quiere festejar repuntes y no triunfos del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Una muy leve alza que tampoco le sirvió para ganar a nivel provincial.
Todo esto contribuye al descrédito de su gestión plagada de errores y medias verdades. “El próximo miércoles que recordamos el Día de la Militancia, llenemos la Plaza de Mayo y celebremos este triunfo como corresponde”, dijo en medio de la debacle, sin entender que, por primera vez desde 1983, el peronismo ha perdido en estas elecciones parlamentarias, la mayoría en el Senado de la nación que preside la otra gran derrotada, Cristina Kirchner.
Los opositores se impusieron en los principales distritos del país y obtuvieron triunfos en la elección a diputados en la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, Chubut, Corrientes, Jujuy, La Pampa, Misiones y Santa Cruz. El kirchnerismo también perdió en Río Negro, donde se impuso Juntos Somos Río Negro y Neuquén (Movimiento Popular Neuquino).
En un discurso previo, grabado luego de conocida la dura derrota, no felicitó a los ganadores e intentó una autocrítica poco convincente: “Hemos cometido errores. He cometido errores y mi obligación es aprender de los mismos. Reafirmo, en esta nueva etapa, y frente a todas y todos, que honraré el compromiso electoral asumido en diciembre de 2019″, pero como cambia de opinión con asiduidad, es difícil creerle.
Habló de los dos males, que según Fernández debió enfrentar en su mandato; la deuda con el FMI y la pandemia, pero se olvidó de otro grave flagelo que azota al país; la enorme inseguridad que su gobierno no ha podido combatir y que suma víctimas a diario, donde la delincuencia campea a sus anchas.
Tampoco, entre los errores que dijo asumir, no mencionó el mal manejo de la pandemia con casi 120.000 muertos por coronavirus; el robo permitido de vacunas para inocular primero a los familiares y amigos del poder, antes que a la población de riesgo y que con total impunidad Fernández trató de justificar: “no es delito en Argentina quien se adelanta en la fila para que le den una vacuna contra el covid-19”.
El presidente dijo que sería inflexible con las sanciones a quienes violaran la cuarentena impuesta por la pandemia: “A los idiotas les digo que la Argentina de los vivos se terminó”. Acá estamos hablando de la salud de todos los argentinos. Y si no lo entienden por las buenas, deberán hacerlo por las malas: explicando su conducta frente a un juez” y aseguró que estaban prohibidas las reuniones y las fiestas.
Pero el propio presidente y sus allegados, fueron los que no cumplieron. La esposa del mandatario, Fabiola Yañez, organizó una fiesta por su cumpleaños con invitados, en la residencia oficial de Olivos, en momentos en la pandemia arreciaba.
“Efectivamente, en la pandemia, por un desliz, por un descuido, se organizó una comida en Olivos que no debió haberse organizado. Yo no anduve con vueltas. En menos de 24 horas dije que esto pasó, que no debió haber ocurrido, tengo mucho pesar por lo sucedido y de ese modo me disculpé ante ustedes, ante el pueblo, los únicos a los que les debo unas disculpas”, dijo el presidente Fernández.
Se ve que “los vivos” que mencionó el mandatario, estaban cerca, muy cerca y dentro de la residencia oficial.