A Nicolás Maduro, su ego desmesurado y su incontinencia verbal, han servido para dejar en evidencia lo que hay detrás del plan para desestabilizar a Ecuador y Chile con un plan macabro montado con la ayuda de algún servicio de inteligencia.
Desde luego que Maduro no es el artífice del plan, la cabeza no le da para idear esto, es solo un partícipe necesario, un comodín sin cerebro que por ambicioso y por tonto es la pieza visible para cargar con las culpas.
Nicolás Maduro habló sobre las acusaciones de alentar las protestas en Ecuador y Chile y sobre ello dijo: “Foro de San Pablo, estamos cumpliendo el plan, ustedes me entienden…”
Luego sintiéndose un estratega agregó con su ego sin límites: “Vamos mejor de lo que pensábamos, y todavía lo que falta… No puedo decir más”, aseguró, cuando en realidad ya lo había dicho todo.
En el delirio más sublime, se sintió que él se reencarnaba en un superhéroe y agregó: “Vamos mejor de lo que pensábamos, y todavía lo que falta… No puedo decir más, son secretos de “super bigote”, dijo en referencia al tupido mostacho sobre sus labios.
Maduro nunca podría ser espía, jamás lograría guardar un secreto; por su incontinencia verbal y por su ego delataría hasta sus jefes y compañeros y si lo mandan a espiar a alguien escondiéndose detrás de un árbol, con seguridad agitaría las ramas para que sepan todos que él está allí, tratando de pasar inadvertido.
Un tonto inútil para trabajos de inteligencia, pero sumamente eficiente para ordenar la represión salvaje y las más atroces torturas con las que castiga a diario a su pueblo.
