Luis Almagro expulsado: Mr. Voltereta sí, pero finalmente en el camino correcto

La ideología del Congreso del uruguayo Frente Amplio y de sus candidatos: opción Carolina Cosse

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Luis Almagro (Foto OEA)

Por Héctor Dotta Lageard.-

Decía la señora al marido: Mr. Voltereta, porque era tan despistado que cada vez que salían en el coche, lejos quedaba de la línea recta o del camino más corto.

El bendito Whatsapp reedita las palabras de Almagro antes relevadas por la prensa oral, previas al Congreso del uruguayo Frente Amplio, partido al que pertenecía Almagro hasta hoy, y del cual fue Senador electo en este período, hasta su designación en la OEA. Punto final, su nombramiento, de su etapa chavista, fidelista y mujiquista, que cual Pablo Picasso de la política multipartidista las tuvo.

Todo cuanto denuncia sobre el proceso que culminó hoy por resolución expresa del Congreso mediante el voto de una concertada resolución se aparece correcto: la falta de debido proceso, de conocimiento previo y formal del proceso, de derecho de defensa y descargos, la no pertenencia como afiliado ni de ninguna otra forma al partido que lo enjuicia y, lo que es más importante para la humanidad, su defensa a ultranza de los derechos humanos y del estado de derecho, dicho en pocas palabras: reclama por la ausencia de las garantías individuales de la democracia liberal. Garantías fundamentales que como bien denuncia ahora, en esta etapa liberal, se pasan por alto tanto en Cuba, principalmente, como en Venezuela. Exime de otros comentarios en honor a la brevedad las propias palabras de Almagro calificando estos gobiernos de dictaduras opresivas que someten a sus pueblos, y los testimonios de la diáspora de desplazados emigrantes acogidos por los países del mundo, principalmente americanos.

Al fin, en el buen camino.

Contrasta la actual postura de Almagro con la de la abrumadora mayoría de los sectores del gobernante Frente Amplio; que concurren a concertar un aval al dictamen de su comité de ética partidaria, que condena a Almagro por sus denuncias de violaciones a los derechos humanos en estos países con gobiernos amigos y socios. Aunque, a poco que se analiza la ideología predominante en el acuerdo que se aprobó en el Congreso, no resulta extraña tal posición contraria a la de Almagro y, en definitiva, a la defensa de los derechos humanos, de la democracia liberal y del estado de derecho, porque sus principales candidatos a disputar la nominación presidencial en 2019 por el partido gobernante, no consideran que ni Cuba ni Venezuela sean dictaduras, ni que se violen sistemáticamente los derechos humanos, ni que se vulneren las garantías individuales, ni lo que imploran los miles de emigrantes que huyen del despotismo y que, como mínimo, no haya que denunciar tales violaciones.

Otra vez el omnipresente Whatsapp: en un reconocido programa televisivo uruguayo de entrevistas políticas, el académico y periodista Rodolfo Garcé, le preguntó a la actual Ministra de Estado y precandidata presidencial Carolina Cosse, en forma asertiva, precisa y concreta que pensaba sobre el régimen político venezolano y el cubano, “la pregunta concreta es: ¿considera que son dictaduras o no?” Cosse contestó un rotundo “no”. Agregó que cada pueblo tiene su derecho a autodeterminación, que “en Venezuela hay un presidente electo en elecciones libres”, “Venezuela deberá resolver sus problemas”, e inquirida por el periodista sobre Cuba, “una sociedad diferente” que “encontró un camino diferente” “tienen su forma de participar que nos es extraña a nosotros”, “diferente: no lo considero una dictadura”.

El silencio de los periodistas presentes huérfano de repreguntas reflejó su consternación por la contundencia de las afirmaciones.

Cosse pertenece al mismo sector del partido Frente Amplio, en que entonces fungía Almagro, movimiento liderado por Mujica, antes mentor político de aquel, ahora uno de sus principales críticos.

La ideología de Cosse base de su hostil negación de la realidad: a reconocer las violaciones a los derechos humanos y el rotundo fracaso de la ilusión revolucionaria cubana, no más que otra de las tantas dinastías autoritarias de América Latina, no es una rareza, porque refleja el cuerpo básico de ideas del sector que como precandidata presidencial representa dentro de un partido, y su Congreso, históricamente comprometidos con la causa fidelista y, a partir de Chávez, con la causa chavista, ahora devenidos en “madurismo”. Tiene coherencia ideológica y argumentativa con las bases fundacionales de quienes lo integran y principalmente con el cerno activista de sus bases electorales representadas en el Congreso por sus militantes más radicales.

Justo es señalar que concurren dirigentes minoritarios, con posturas moderadas, críticos con estas definiciones. Pero la escasa fuerza de convicción y electoral frente a las certezas ideológicas de una verdad con mayúsculas, que funge como criterio rector frente a cualquier realidad, que por más que rompa los ojos si desmiente la hipótesis ideológica es ésta última la que prevalece, resulta meramente testimonial. La política exterior signada por las afinidades ideológicas y a los tumbos, de la cual, por paradójico que parezca, el Almagro del período anterior fue su principal agitador, es la de la mayoría del partido gobernante, y la del sector político mayoritario que representa Cosse como candidata, Mujica como panegirista y Almagro como rémora de otro tempo “mejor”, en el que las alineaciones automáticas facilitaban el discurso ideológico.

Que Almagro es incoherente: sí. Pero al final eligió el camino correcto: bienvenido sea.

¿Es coherente la Ministra y precandidata Cosse? Sí. Y es bueno que así lo sea y diga, porque permite separar la paja del trigo. Evita que el decaimiento posmoderno del debate de ideas oculte las verdaderas razones y los por qué. Que el ciudadano elector de la históricamente consolidada democracia uruguaya, no se confunda.