Cuantos epítetos podríamos dedicarle al perro: amigo, compañero, noble, leal, fiel, simpático, valiente, desinteresado y muchos más.
Sin lugar a duda podríamos definir sus actitudes simplemente como actos de amor ininterrumpidos, algo cada vez menos frecuente entre los seres humanos y difícil adjetivar de otra manera.
Este articulo nace hace unos días, en una noche fría de nuestro invierno en el hemisferio sur, cuando con un querido amigo observamos a un grupo de perros en la entrada de un supermercado.
Eran perros callejeros y estaban sin collares ni correas, totalmente libres y miraban ansiosos las puertas del local comercial, pero en forma ordenada.
Presumimos que alguien del local les daría siempre algo de comer y por eso estaban allí, esperando, pacientemente esperando.
La conversación nos llevó por diferentes caminos y olvidamos los canes hasta que con sobresalto quedamos paralizados escuchando y observando gemidos, ladridos y bailoteos perrunos en derredor de un señor muy mayor que salía del comercio, todo ese cariño le era dedicado con alegría y desenfado por los animalitos, que inequívocamente lo aguardaban lo querían y respetaban.
El hombre sin decir palabra, pero con un gesto de satisfacción, simplemente caminaba en forma lenta por su edad, con su espalda encorvada un bolso en su mano y sus cuatro perros hasta perderse en la oscuridad de la noche en el norte de Malvín.
Ello nos trajo a la memoria, puesto que se acercaba el «día del niño» en nuestro país y es tradicional regalar a los pequeños, la carta del Maestro Arturo Pérez-Reverte relacionada con el regalo de cachorros a los niños en fechas especiales como la mencionada y que resumidamente dice:
«No seas imbécil. Ni desaprensivo. No hagas posible que dentro de unos meses algunos te mentemos a la madre al cruzarnos con el resultado de tu indiferencia y tu estupidez.
Piénsalo mucho antes de dar el paso irreversible; de complicarte una vida que luego pretenderás solucionar por el camino más fácil. Aún puedes evitarlo.
Impedir que te despreciemos, e incluso despreciarte a ti mismo cuando te mires en el espejo. Ya sé, de todas formas, que el autodesprecio es relativo.
Resumiendo: intenta no convertirte, innecesariamente, en un hijo de la gran puta.
Si eres de esa materia miserable de la que estamos hechos buena parte de los seres humanos, acabarás abandonándolo. Un viaje en coche a un campo lejano, una gasolinera, una cuneta. Abrir la puerta para que baje y seguir tu camino, acelerando sin atender los ladridos del chucho que correrá tras el automóvil hasta quedar exhausto, desorientado, incapaz de comprender que su mundo acaba de romperse para siempre.»
Sin lugar a duda los cuatro perros del Supermercado tuvieron una segunda oportunidad y encontraron a alguien que les dio lo que sin entender un día perdieron cuando quizás los abandonaron.
Dijo Miguel De Cervantes: «Ha habido perros tan agradecidos que se han arrojado con los cuerpos difuntos de sus amos en la misma sepultura. Otros han estado sobre las sepulturas donde estaban enterrados sus señores, sin apartarse de ellas, sin comer, hasta que se les acababa la vida.»
LJP
