
Aislado y criticado por la prensa internacional, Nicaragua celebró ayer el aniversario de 39 años de la revolución sandinista, que derrocó la dictadura de Anastasio Somoza. En la víspera, la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó por 21 votos contra tres y siete abstenciones una resolución condenando la represión del gobierno a las protestas, que ya duran tres meses y resultaron en la muerte de casi 300 personas, la mayoría civil.
En un discurso en la conmemoración de la Revolución Sandinista, Ortega dijo que se sintió traicionado por los obispos -que llamó para mediar un diálogo y apaciguar al país- y los acusó de haberse sumado a los golpistas. “Me duele mucho decir eso porque tengo aprecio por los obispos, respeto ellos, soy católico”, dijo. “Pero ellos tienen posiciones de confrontación, y no de mediación”.
La Conferencia Episcopal de Nicaragua sólo aceptó mediar el diálogo con la sociedad civil (estudiantes, agricultores, trabajadores y empresarios) si el gobierno parara la represión y acepta que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) investigara las violaciones cometidas. Ortega aceptó la presencia de la CIDH a pesar de haber rechazado a los dos informes producidos por la entidad vinculada a la OEA, culpar a las fuerzas de seguridad y grupos paramilitares vinculados al gobierno por la violencia y “disparar a matar” manifestantes.
Muchas víctimas recibieron disparos en la cabeza, en el cuello y en la espalda por armas de alto calibre, poco accesibles al ciudadano común. A principios de agosto , el presidente también rechazó la propuesta hecha por la Iglesia Católica para apaciguar el país: la anticipación de las elecciones presidenciales para marzo de 2019, así como las reformas de las instituciones judiciales y electorales, actualmente controlada por el gobierno. La OEA, que representa a todos los países del continente americano, con la excepción de Cuba, también pide la anticipación de elecciones presidenciales.
La suspensión del Diálogo Nacional llevó al recrudecimiento de la violencia.
La violencia de los últimos días ha contribuido a cambiar el voto de muchos países caribeños, que normalmente no votaría contra Nicaragua, pero que acabaron aprobando la resolución de la OEA el miércoles (19). Pero tanto Ortega, como su esposa y vicepresidente, Rosario Murillo, dijeron que son víctimas de terroristas y golpistas y no van a renunciar a sus cargos.
En 1979, el comandante Ortega era un líder guerrillero de izquierda, que aún tuvo que enfrentarse a una década de guerra con los Contras – grupos de somozistas, armados por Estados Unidos que, en plena Guerra Fría, querían impedir la instalación de otro régimen socialista (” además del cubano) en su área de influencia. Pasados 39 años, Ortega está siendo acusado de querer instalar en Nicaragua una dinastía política y corrupta, como aquella que él combatió, y de intentar callar a la oposición por la fuerza.
A pesar de haber sido elegido presidente en 2016 por tercera vez consecutiva, el voto – sin la presencia de observadores internacionales – ha sido cuestionada incluso por su antiguo compañero de guerrilla.
Las protestas contra su gobierno comenzaron el 18 de de abril de debido a una reforma de las pensiones que Ortega se vio obligado a retirarse ante la presión social y su incapacidad para controlarlo. Pero las manifestaciones continuaron y se transformaron en un movimiento nacional, esta vez contra los muertos de la represión.
Los empresarios, que estaban al lado del gobierno, acabaron sumándose a la oposición.
Por Mónica Yanakiew – Agencia Brasil