
Estudiando los movimientos de las manos de Donald Trump, hasta el más despistado descubre que son limitados y sus dedos repiten una y otra vez dos posiciones que son las únicas de un repertorio que no tiene recambio.
Imagino que en su niñez, nunca fue elegido para declamar en un acto escolar porque carece de ademanes y de gracia para mover los brazos y de los dedos, ni hablar.
El tic de tocarse el dedo índice con el pulgar cuando ofrece un discurso, algo que repite hasta el hartazgo, podría ser mal interpretado en algún país rioplatense, pero nadie osaría pensar que el presidente Trump te está insultando con ese gesto.
El otro movimiento del dedo índice señalando al cielo no es más- según un estudioso- que el deseo de subir a la estratosfera. No lo hace con ninguna actitud ofensiva.
Los dos mismos gestos le sirven para todo, para atacar a sus detractores o para alabar a alguien, a Putin por ejemplo.
Y no hay más para comentar, cuando Donald Trump aprenda a mover los otros dedos, tendremos más análisis, aunque no les prometo nada porque no es seguro que el presidente aprenda algo, salvo que “Dedos”, la mano que aparecía desde una caja en una mesa en la casa de la serie de “Los locos Addams”, y que se movía con gran soltura, le enseñe algunos movimientos.













