Rodeado de adictos al celular alguien, asombrosamente, leía un libro

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Cada día el panorama no cambia; subo al autobús que me lleva al trabajo. Ya no me causa asombro ver a los “autómatas”, que lejos del mundo que les rodea, se entregan dócilmente a su adicción al teléfono móvil.
Un joven demuestra su enorme habilidad para teclear mensajes escribiendo solo con sus dedos pulgares a pasmosa velocidad. Quiero imaginar que esa misma motriciad la tiene en todos los dedos de sus manos para escribir en un ordenador.
En otro asiento, una señora mayor graba- en voz alta- mensajes en WhatsApp y espera luego la respuesta que le llega en breves instantes y todos nos enteramos de la receta que le pasan para cocinar una carne al horno.
En general todos están enviando mensajes y uno piensa como harían antes de existir estos aparatejos para comunicarse. ¿Qué es tan importante que no se pudo decir cara y a cara y esperar para decirlo desde un autobús?.
Pero hoy ha sido distinto. Casi al final de la línea de asientos, una pasajera parece tener una luz celestial que desciende desde algún lugar y la baña…no, no hay ninguna luz, yo la imagino porque me siento deslumbrado: ¡la señora está leyendo un libro!.
Esto me ha alegrado el día y me reivindica con el género humano. No todo está perdido.
Entonces pienso que aún hay esperanza. Un libro puede salvarnos… y ahora sí, aplausos…