Pedro Sánchez del PSOE y Albert Rivera de Ciudadanos (C’s), a pesar de la caída en votantes que recibieron en la últimas elecciones generales de junio pasado, parecen no darse cuenta de varias lecturas que dejaron estos resultados y continúan empeñados en ser los árbitros de la política española, a pesar de los fracasos personales que recibieron desde las urnas.
Sánchez, en el mundo irreal que habita, cree que aún conserva una remota posibilidad de ser investido en el Congreso e intenta que Rajoy, que aumentó sus escaños, no pueda acceder a presidir el Gobierno de España.
No asume la realidad de ser el líder que ha llevado a los socialistas al mayor fracaso electoral desde la vuelta a la democracia. No razona y espera que coaligándose con otras fuerzas, obtener lo que no le dieron los propios votantes del PSOE que huyeron del partido en forma masiva y le dejaron tan sólo con unos insignificantes 85 escaños en las Cortes.
Para una formación política histórica como el PSOE, esa magra suma de diputados, es un mensaje que Sánchez no sabe leer y en caso de saberlo, por ética, se debe dar un paso al costado y reconocer que él no es el candidato que los votantes socialistas quieren.
Por eso bloquea y no asume tampoco que los españoles, le guste a Sánchez o no, dijeron otra cosa a lo que él y sus seguidores más cercanos interpretan.
Por otro lado, Albert Rivera, de C’s, pasó de la modestia y la centralidad a la soberbia y a pesar de la debacle electoral- pasó de 40 diputados en diciembre a 32 en junio- se cree el consejero del rey Felipe y le explica que es lo mejor para España y lo que debe hacerse para evitar unas terceras elecciones.
También bloquea y no le importa lo que dice la mayoría de los votantes españoles, que buscan que se forme rápidamente un gobierno y terminar de una vez por todas con la farsa que ya cansa al ciudadano, el verdadero perjudicado por la falta de acuerdos.
Ni Sánchez, ni Rivera, piensan que de llegar a unas terceras elecciones, la caída en votantes de sus formaciones se acentuará y el castigo será estrepitoso, porque ellos serán los culpables de no llegar a los acuerdos que el pueblo pide.
El PP será el único beneficiado, pero los dos políticos parecen no darse cuenta.









