Refugios

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En la novela Charlotte, del francés David Foenkinos, estamos avisados de la violenta muerte de la protagonista desde el comienzo. Sabemos que se trata de la pintora alemana Charlotte Salomon, sabemos que la van a matar y sabemos que va a estar embarazada cuando lo hagan. Pero eso no hace más fácil despedirse de ella.
Charlotte es un libro en verso; no poesía, sino una novela escrita en frases de una línea, claras y contundentes. Charlotte es una judía alemana que nace en 1917 y muere en 1943. La historia de su familia está plagada de suicidios. Lo primero que se nos cuenta de la protagonista es que aprendió a leer su nombre en una tumba; la de su tía. Cuando era niña, su madre la siguió tirándose por una ventana.
Charlotte es una niña huraña y una adolescente solitaria. Se cría con su padre, un médico, y su madrastra, una cantante de ópera, ambos de renombre. Son judíos, así que pronto empiezan a sentir las consecuencias del ascenso del nazismo: la madrastra ya no puede cantar en público, el padre ya no puede ejercer la medicina.
Urgida por la familia, Charlotte se muda con sus abuelos a Francia. La tragedia la sigue: la abuela está inmersa en la depresión, el abuelo es hosco y agresivo, y la ocupación nazi no tarda en llegar a su país de refugio.
A lo largo de todo esto, Charlotte pinta. La gente queda hipnotizada con sus pinturas, aunque la escasa fama que tuvo le llegó después de muerta. El autor-narrador acompaña el relato de la vida de Charlotte con su propia experiencia de investigador; sigue sus pasos y sufre con ella.
Charlotte es una de las novelas más apasionantes y logradas del año pasado; recrea la atmósfera de Alemania y luego de Francia durante el nazismo, retrata el drama de una familia maldita y conmueve con la historia de una pintora que murió joven y nunca logró ser feliz.
Charlotte, David Foenkinos. 2015. Buenos Aires: Alfaguara. 214 páginas.
Estefanía Canalda
Lic. en Periodismo
Montevideo-Uruguay