
Goñi, resalta que Uruguay, se encuentre en la clasificación como el país, menos corrupto y más demócrata de América Latina, así como uno de los dos países del subcontinente considerado de “Altos Ingresos” según la Organización de Naciones Unidas. Asimismo, el columnista reseña, las libertades civiles de sus ciudadanos y la transparencia del sistema electoral comparables a Noruega o Nueva Zelandia.
Dentro de los últimos logros sociales del país, Goñi, destaca en materia legal, la despenalización del aborto, y la legalización del comercio, producción y consumo de la marihuana. Estos últimos, no han llegado solos, sino que son un resultado de una lista histórica en las cuales el país ha sido precursor en materia civil, como lo fueron a principio de siglo el divorcio, la laicidad del Estado y en la década del cuarenta el voto femenino.
Simultáneamente, se hace referencia, a la muy importante gestión del Estado, en el último decenio en transformar la matriz energética del país, en el cual las energías renovables, y muy especialmente la eólica, han constituido la casi independencia energética nacional.
Por todas estas virtudes, las históricas y las actuales, Goñi, denomina a la situación uruguaya, como resultante de un “milagro”, especialmente comparativamente hablando con la región, donde muchos de los valores señalados son decididamente adversos.
Ahora bien, ¿verdaderamente el pueblo uruguayo, siente vivir en esa suerte de “milagro democrático”? La respuesta es no, pues el periodista elogia las virtudes del Uruguay, desconociendo el sentir de su población, que sabe de su historia y que por ende reconoce, que no existe tal milagro, sino que la decadencia del país, se viene gestando hace ya varios años atrás.
La población uruguaya, lejos puede sentirse partícipe de un “milagro”, en una sociedad, donde las cifras de la delincuencia y violencia urbana, crecen año tras año, destacándose aumentos importantes en la tasa de homicidios, rapiñas y asaltos. En una sociedad donde la violencia contra el sexo femenino, ha crecido de tal forma, que se estudia en generar la figura legal del feminicidio, hasta el momento inexistente. Una sociedad en la cual, el turista que la visita, se sorprende por sentir en cada esquina de sus ciudades aroma a marihuana por un consumo que se ha visto socialmente aceptado y jerarquizado. En la cual, la marca Uruguay Natural, simboliza un emblema nacional, pero el Río Santa Lucía, que nutre de agua potable a la mitad de la población, está seriamente contaminado por agro – desperdicios y algunos expertos internacionales sostienen que ha generado una epidemia de cáncer en el país.
Una población, que ya no se preocupa ni reacciona frente a los niveles de deserción estudiantil secundaria, y que cuando los educandos de la Educación pública primaria son evaluados por métodos internacionales, año a año, presentan una caída estrepitosa del nivel de aprendizaje.
Una comunidad, que en los últimos años, se acostumbró tristemente a escuchar a diario las noticias de “ajustes de cuentas” que generan homicidios de delincuentes y de víctimas civiles inocentes. Un país, que se jacta de la renovación de su matriz energética y ofrece exportar energía a sus vecinos, pero al momento de venderla monopólicamente a sus ciudadanos la aumenta en casi un diez por ciento cada año.
¿Cómo puede advertir el lector de estas líneas, tantas incongruencias? La respuesta es una sola. El Uruguay, de hoy, no es resultado de ningún “milagro”. Es un vestigio de una sociedad, que puso desde el último cuarto de siglo XIX, todas sus armas en la educación primaria, como única y verdadera fuente de equidad social. Un país que forjó por igual a los nativos, como a los hijos de los inmigrantes, dotándoles de una formación que el mundo entero hizo que se fijara en ellos. Los valores de respeto democrático, que aún exhibe Uruguay, son dignos de aplausos por extranjeros, que descubren las virtudes de la educación uruguaya, pero son moneda corriente para el ciudadano oriental, que observa con triste inacción que esa sociedad justa, ecuánime y participativa que sus padres y abuelos construyeron, se deteriora día a día, quizás por efecto de la globalización, pero sin quizás, por un descuido en la calidad de los valores que hoy ya no se transmiten a la población joven del país.
Uruguay, no fue ni es un milagro, fue y es resultado de un esfuerzo y conciencia del bien común ciudadano, de la solidaridad pública bien entendida y del concepto más arraigado de igualdad ciudadana. Pero todo este mal llamado “milagro”, pese a los elogios que puedan recibirse del exterior, peligra, y la única solución posible, que parece dilatarse en el tiempo, es la imperiosa reforma educativa, que el país, reclama a gritos y que las autoridades no han sabido encausar en las últimas décadas.
Lic. Guzmán G. Moresco González













Brillante descripción de la realidad, el Uruguay elogiado no existe hace tiempo
El Lic Guzman Moresco es un joven inteligente siempre dedicado a causas sociales una persona intachable moralmente Nadie mejor podría ser tan certero en las apreciaciones vertidas en el artículo precedente Felicitaciones Ni que decir que es mi mismo pensamiento
Escelente articulo, una clara y objetiva descripcion de la realidad del Uruguay de hoy.
Concuerdo plenamente con el autor de la nota.
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