Uruguay: un país para tratar de entenderlo

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Montevideo (Foto: ICNdiario)
Montevideo (Foto: ICNdiario)
Por José L. Rondán.- La República Oriental del Uruguay, pequeño país situado al sur de la América Latina, con poco más de 3.500.000 habitantes, ventana al Océano Atlántico, enclavado entre los gigantescos Brasil y Argentina; pujante en un tiempo, otrora culto, diferente, despegado de la alicaída América y sus conflictos sociales, étnicos o económicos, tanto así que supo ser signado como la Suiza de América, o la tacita del Plata, se ha ido esforzando a lo largo de las décadas, a través de los diferentes gobiernos, primeros de partidos tradicionales poco comprometidos y no pocas veces acomodados en detrimento de la gente más humilde, y más tarde de partidos Progresistas, avenidos en refundadores del país, para ir mimetizándose con el resto de los países, emparejando hacia abajo, (lo que parece ser más fácil), más que levantando la mira para superarse, para ser mejor y descollar, puesto que obrar de esta manera, lo pondría fuera del perímetro populista, quitándolo de un bloque que hoy parece como que quiere comenzar a resquebrajarse.
Deslucirse, opacarse, volverse gris como camino a la aceptación, pareciera que es la premisa válida, tanto para los Estados como para la gente.
En tono jocoso diré que es un país que posee un cerro chato, un río de la Plata que ni tiene plata ni es río, porque dicen que es un estuario; un cerro que es un Pan de Azúcar, un río Negro que no es negro, un establecimiento de reclusión que se llama Libertad, que somos un país que estamos al oriente de un río que se llama Uruguay, pero de nombre propio, nada, etc. pero saliéndonos de ese ámbito de broma, debemos reflexionar acerca del laborioso trasiego de los últimos gobiernos populistas que en su afán seudo libertario de emparejar, de igualar, de darle a la sociedad un sentido de equidad, cosa que no vemos mal, pero si se hace con inteligencia y verdadero compromiso patriótico, se han esmerado en ampliar brechas, en agrandar las zanjas que un día pretendieron ser trincheras, dejando de un lado al país del lumpen, del miserable, del alienado, a los cuales, aprovechando la ocasión, se suman los atorrantes, los vagos, los vividores, y del otro, al emprendedor, al visionario, al que no quiere el plato que se esfuerzan por darle a comer; al pueblo trabajador que aporta, que se rompe la espalda para llegar a fin de mes, para pagar los impuestos, los que van a parar en buen porcentaje al otro lado de la brecha.
Uruguay, nuestro amado país, del cual las autoridades de turno se esfuerzan en decir que es el más seguro del Continente, cuando los delincuentes de pies descalzos y los de trajes de alta sastrería, se mimetizan, obligándonos a cuidarnos como los antílopes de las hienas o los leones.
Donde los herreros y cerrajeros hacen su zafra, fabricando rejas y cerraduras inviolables por doquier para tratar de cuidar lo poco que aun queda por proteger, instalando la cultura del vallado, los guardias privados y las alarmas.
Donde un miserable, arma en mano, puede dar muerte a un anciano o un joven, porque sabe que tras pocos meses de cárcel, obtendrá aparte de su libertad anticipada, el título de matón, y donde un poderoso puede defraudar al Estado en empresas como ANCAP (Empresa de combustibles), o PLUNA (empresa aérea ya extinta), entre otras tantas, con el aval de los jefes, y sabiendo que será protegido por el sistema, donde nadie le dirá ladrón, mentiroso, o traidor, y sí le llamarán señor y como recompensa le será otorgado un importante puesto.
¡Hermoso y constructivo mensaje para los jóvenes, esta suerte de cambalache en el que han transformado al Uruguay!
Uruguay, un país de locos, donde los chicos de los colegios privados, multi idiomas, no pierden ni un día de clases, teniendo actividades de todo tipo, donde el alumno puede permitirse el sueño de ser alguien en la vida, de poder vivir con dignidad, aunque el expresidente José Mujica (el vendedor de humo, el del auto bombo), haya expresado que los universitarios, los abogados y demás, no sirven para nada y sólo para estorbar, en tanto la enseñanza pública se anquilosa, se resquebraja y gime herida de muerte ante los ineptos que embarcados en sus aspiraciones personales nada hacen por cambiar los lineamientos que a ojos vistas, nos dicen que ya no funcionan, dándose el lujo de no pelear por los expertos, quienes hartos de la situación, optan por auto excluirse.
Un país de locos, dije recién, donde por un lado se reprime al fumador, se llega hasta los tribunales internacionales de la Haya y se embarca en un juicio millonario con las empresas tabacaleras (cosa en la que estamos plenamente de acuerdo), y por el otro se pretende vender cannabis para uso recreativo en farmacias, (herencia maldita para este Gobierno). y hasta se manejó la posibilidad que sean los cuarteles quienes cultiven y custodien la droga, cosa que podrán hacer después de recoger la basura que los díscolos municipales se niegan a juntar, amparados en la casi ausencia de efectiva autoridad; y esto de la liberación de la venta de drogas, propiciado por el comerciante de bolsas de humo, quien jamás acunó un hijo ni debió darle consejos a un nieto para que anduviera por buenos caminos, ni se desveló porque entrada la madrugada, no habían llegado a casa.
Un país para pensarlo, cuando en la ciudad capital, Montevideo, se pretende sancionar a quienes paseen sus perros sin correa o sin bozal, aunque sea un chihuahua o un salchicha, y esto lo hacen en barrios pudientes, (barrios cajetillas, al decir del mercader de humo, José Mujica), mientras en la periferia los canes deambulan en jaurías, cargados de pulgas, sarna y maltratados, junto a caballos sueltos que inocentemente, ponen en riesgo a quienes circulan por el lugar.
Un país para meditarlo, cuando con un poco de pan y circo se pretende mantener aquietada y silenciosa a la gran masa menos culta del pueblo, ya que con una canasta, una magra pensión y un mediocre partido de futbol se conforman, mientras el resto de la gente, la del otro lado de la hondonada, sabe que mes a mes alguien en forma de ley o decreto, hundirá sus garras en los bolsillos para solventar un Estado cada vez más caro, llevándolo a pensar si la lucha todavía vale la pena.
Un país para pensarlo, este Uruguay mío, donde la historia lo vio marchando junto a Argentinos y Brasileros en pos del Paraguay para diezmarlo, para casi aniquilarlo y donde reincidente, volvió a sumarse a los grandes para otra vez atacar al Paraguay, para abrirle las puertas a la incipiente dictadura Venezolana con la promesa de la canilla abierta de un petróleo eterno que ya no existe, mirando para el costado cuando el rapaz que está al mando del hermoso país, no escatima esfuerzos en diezmarlo, ultrajarlo y arruinarlo, aunque pareciera que ante las últimas elecciones parlamentarias, otros vientos soplarán.
Sabido es que todas las naciones, sea cual sea su filiación, pasan por períodos de dificultades, de confusiones, de encrucijadas que obligan a sus líderes a optar, a tomar decisiones difíciles, complicadas, pero por estos lares, entre las planificadas corruptelas donde dirigentes de futbol se pelean por las sabrosas presas económicas con políticos y funcionarios estatales, la cosa difícil ha comenzado a asomar su hocico por la ventana, y lo peor, con intenciones de quedarse a vivir por un tiempo, con el agregado de que encerradas las fieras en sus jaulas de mediocridad, nos regalan a diario el penoso espectáculo de despedazarse entre sí, echándose las culpas de quien estafó o defraudó a quien, mientras al pueblo, que lo parta un rayo, por lo menos hasta el año de las elecciones, ya que por la vía de ese mismo pueblo, habrán de renovar sus contratos de trabajo.