Cristina Kirchner se despidió con un discurso que incita a la confrontación

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Por Jorge Delgado desde Buenos Aires.- Pudo haberse ido por la puerta grande, con un mensaje de unidad y esperanza dirigido al pueblo argentino y a sus seguidores que la acompañaron en el último acto en la histórica Plaza de Mayo en Buenos Aires, pero prefirió poner por delante su deseo de confrontación que la alejan definitivamente del sitio que ocupan los verdaderos estadistas.
Volvió a buscar mezquinamente la reacción de los kirchneristas aguardando los cánticos desaforados con elocuentes silencios a sus frases de barricada y apeló a la distorsión de la realidad con el tema de la entrega de la banda presidencial y el bastón de mando en el Congreso, un relevo que inventaron ella y su esposo Néstor Kirchner en ese lugar, porque todos los demás presidentes lo hicieron en la Casa Rosada, sede natural del gobierno argentino.
Negó haber tenido medios de comunicación a su alcance, cuando tuvo todo lo que se le antojó, radios, canales de TV, diarios a su favor y miles de horas de cadenas nacionales que utilizó hasta el hartazgo, pero dijo: “Si después de estos intensos doce años y medio con todos los medios de comunicación hegemónicos en contra, después de doce años y medio de hostigamiento permanente del partido judicial… Si después de tantos palos en la rueda, de tantos golpes e intento de golpes destituyentes, podemos estar aquí dando cuentas al pueblo… Imagino cuánto podrán hacer los que tienen todos estos factores a favor”.
Como nunca antes otro presidente argentino, Cristina Kirchner designó e impuso una larga lista de fiscales y jueces kirchneristas para blindar su gobierno.
Ella sabe, es consciente que una frase mal dicha puede provocar violencia y no le importó decir cosas sobre las nuevas autoridades que despertaron abucheos y cánticos de reprobación al gobierno entrante.
Con sorna premeditada expresó que le habría gustado pasar el mando al nuevo mandatario en el Congreso y hasta bromeó con que “a las 12” se convertirá “en calabaza”.
En su afán por atacar a otros sin darse cuenta de lo que decía, reconoció que en su gobierno no hubo toda la democracia deseada: “Necesitamos que los poderes del Estado se democraticen y sirvan a todos los ciudadanos”.
Ya en plan de víctima volvió a insistir con su capricho personal: “me hubiera gustado poder entregar los atributos de mando ante la Asamblea Legislativa, el máximo órgano popular y federal de nuestro país, pero bueno….la verdad que he visto muchas medidas cautelares, contra la Ley de Medios, contra decretos del Poder Ejecutivo, pero les puedo asegurar que en mi vida pensé que iba a haber un presidente cautelar durante doce horas en mi país”.
“Me costó mucho –siguió- ver un presidente en una sentencia judicial al que nadie había votado, o será que la próxima vez además de presidente tendremos que votar a presidente provisional también en la boleta”.
Agregó que “me dolió, confieso que me dolió como argentina, no nos merecemos, no lo merecía ningún argentino ni del 51 por ciento que no nos votó ni el 49 por ciento que nos votó” y logró su cometido, ya que los desaforados gritaban “Congreso, Congreso”.
Sin dudas que con este aliciente, muchos de sus adherentes tan enfervorizados si llegaran a ir este jueves al Congreso o a la casa de gobierno en el momento de la asunción, no lo harán precisamente para “felicitar” a Mauricio Macri y es allí donde puede surgir esa violencia que Cristina Kirchner tenía la obligación de neutralizar. Si algo ocurre que empañe la fiesta del cambio de mando, ya se sabe quien es la persona culpable.
El relevo presidencial en la Casa Rosada no se hizo exclusivamente por un capricho inexplicable de Cristina Kirchner, que quiso imponerse porque no toleraba que la organización se hiciera respetando los deseos del nuevo mandatario que quería realizar el traspaso en la Casa de gobierno, como correspondía.
No habló de la herencia maldita que le deja a la nueva administración, el cepo cambiario, la inflación, la inseguridad ciudadana, la corrupción y el hambre que queda patentizado en esos niños indígenas del Chaco que mueren de inanición.
La culpa nunca fue de ella, todo se debe al accionar de otros, como siempre esa es su disculpa.

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