
Se había vulnerado el secretismo del Vaticano, se habían dado a conocer datos acerca de los manejos financieros, el derroche, el despilfarro; palabras pronunciadas por el Papa criollo en secretas reuniones, habían salido a la luz pública, ventilando cosas que quizás muchos deseaban que permanecieran al abrigo de alguna catacumba, en algún archivo casi perdido, para ser mostrados como tantas y tantas aberraciones de la milenaria Iglesia, dentro de quinientos años.
Muchos documentos secretos del Estado más pequeño del planeta donde se daba cuenta de la mezquindad que tantas veces se oculta debajo de pomposas sotanas y doradas cruces, fueron a parar, vía Lucio Vallejo y Francesca Choouqui, a manos de los escritores Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fitipaldi, quienes ya lanzaron los libros Via Crucis y Avaricia respectivamente, con el consiguiente revuelo para seguidores, iniciados y profanos, quienes desde la honestidad o la hipocresía, alzan sus voces para dar sus opiniones al respecto, ante la publicación de los ejemplares nombrados, porque no debemos olvidar que si bien nos enojamos, nos rasgamos las vestiduras, somos un poco curiosos y queremos saber qué ocultaban a nuestros ojos los pesados portales del Vaticano.
Nada nuevo habré de decir en esta nota que ya no se haya expresado en infinidad de notas recogidas por gran variedad de publicaciones, entre ellas ICN Diario, acerca de quienes son los implicados en la fuga de información, los cargos que ocupaban o lo que dicen que debían ocupar.
Nada podré aportar de nuevo más que esperar como todo el mundo, a que salgan los mentados libros para tratar de saber cuáles eran los datos tan delicados, tan álgidos que provocaron la detención del sacerdote y la laica, que llevaron sobre ellos a que el Santo Oficio haya ordenado su detención y aun a que amenazara a Lucio Vallejo hasta con ocho años de reclusión, mientras Francesca lograba zafar por haber colaborado con la investigación, argumentando que ella no era ni cuervo ni topo y que no había traicionado al Papa, echándole todas las culpas al sacerdote, aseverando que inclusive ella había intentado detenerlo para que no obrara de la manera que lo hizo. (¿Soplona? ¿Traidora al traidor? ¿Arrepentida?)
Pero todo esto me ha hecho pensar acerca del porqué de esta situación; del porqué de tanto revuelo y zafarrancho en la interna vaticana por dar a conocer información que dice de manejos, de bajezas, de despilfarro y chanchuyos, sobre todo por algo que todos sabemos que es más o menos así, porque siempre lo ha sido, y la Iglesia cristiana, como muchas otras instituciones, no fue, no es, ni tampoco será la excepción, puesto que está conformada por hombres con anhelos, deseos, bajezas, virtudes y mezquindades, y no por demiurgos, semi dioses o deidades; solo hombres y mujeres de carne, huesos y cerebro para hacer lo bueno y para hacer lo malo, y si Judas vendió al Maestro por treinta monedas, ¿Qué no harán estos curas por cuentas bancarias, títulos, reliquias y de más…? Viene a mi mente el libro El código Da Vinci, donde el personaje Silas, un laico integrante del Opus Dei, aparte de ser habitual usuario del silicio y la flagelación, oficiaba de sicario y ¨perra¨ del obispo, y porque no, en este caso, el padre Lucio Vallejo -salvando las distancias con el fundamentalista Silas, quizás cumpliendo órdenes superiores y ante el panorama que se le ha presentado a Francisco, donde los más conservadores y fundamentalistas de su Iglesia aun no digieren la idea de que este Franciscano criollo los comande, les de vuelta la cueva obligándolos a desnudar sus miserias e imponga una nueva impronta para la Iglesia de Jesús- fue elegido para el sacrificio, y con el nombre de la traición, haya sido signado para ser expuesto ante la comunidad cristiana, como el que le dice al mundo, aun en contra de la voluntad papal, con qué cosa y contra quienes está luchando Francisco para hacer creíble la Iglesia Católica, sobre todo en los tiempos que corren donde el hombre se muestra a la vez que más vacío, más vulnerable y endeble.
Creo que el alboroto está armado para la tribuna, y que alguien no encontró mejor forma de desnudar a los mezquinos que usar a este cura tan cercano al Papa, para la pesada tarea de ser sometido a un juicio, quizás a una pena y al escarnio de los feligreses que no ven más allá de una figura de yeso en el altar, colgándole el título de traidor para que algunas cosas turbias puedan conocerse y, reitero, el mundo pueda saber contra qué demonio de cien cabezas debe enfrentarse Francisco, el cura que viajaba en colectivo, toma mate, es simpatizante de San Lorenzo, bonachón, afable, humilde; en definitiva, el cura humano, y que además expresó que si no pueden cuidar del dinero, que es visible, como van a hacer para cuidar de las almas de los católicos, que no se ve.
Las cosas en tal sentido están entreveradas en los amplios pasillos de la casa de San Pedro, pero habrá que esperar los resultados, habrá que aguardar si nuestra hipótesis está tan alejada de la realidad o si vamos bien dirigidos y también tendremos que aguardar a la reacción de los directos involucrados, quienes al salir a la luz los trucos, las trampas de las que habla el Papa, con seguridad optarán por algún camino, haciendo votos para que sea el de la penitencia, el del arrepentimiento sincero, el de la reconstrucción interior y no el del obsecuente y devastador sendero del fundamentalismo que destruye, aliena y extingue.
Revivo las palabras de Francisco al asumir la dirección del pontificado, no me dejen solo, recen por mí. Yo agregaría, estemos atentos, Francisco vive, duerme, reza, come, estudia, dirige, ríe y llora, entre abyectas bestias hambrientas que sólo esperan el momento para dar el zarpazo y volver a los oscuros caminos por los cuales esta Iglesia, bien ha sabido discurrir.












