El incapaz tramposo…o el día que el Papa rechazó a Maduro

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Interpretación gráfica de José Luis Rondán
Interpretación gráfica de José Luis Rondán
Por José Luis Rondán.- Recuerdo cuando iba a la escuela y la maestra nos anunciaba con su voz de autoridad máxima, que al día siguiente tendríamos tal o cual tarea, y ante la obvia dificultad, en vez de encarar, en vez de estudiar, de esmerarnos en aprenderla para superar el escollo que tal responsabilidad implicaba, demostrando carácter ante la adversidad, evitábamos asistir a clases, nos inventábamos un catarro, una gripe, o decíamos, – ¡Me duele la cabeza y todo el cuerpo!… Tratando por cualquier medio de que nuestros padres consintieran la falta de ese día para zafar del eventual problema, sin pensar que las clases seguían adelante y que, o bien quedábamos rezagados de nuestros compañeros más aplicados, o bien, en la primera oportunidad que tuviera, la maestra nos haría pasar al frente para hacernos cargo de nuestra falta de aplicación.
¡Pero éramos niños! Éramos pequeños; inexperientes ante la vida, muchas veces ignorantes de las responsabilidades que generan nuestras faltas, nuestras acciones o nuestras omisiones, y solo éramos encauzados cuando nuestros padres no secundaban nuestras propuestas ante el plan pergeñado o la maestra ejercía su autoridad como corresponde.
Pero reitero… éramos niños.
¿Qué ocurre en la vida real cuando el que trata de escurrir el bulto inventándose una dolencia es un hombre?
¿Qué pasa cuando el que evita enfrentarse a la autoridad, ya no de la maestra, sino de un guía espiritual de la talla del Papa Francisco, es nada más ni nada menos que un Primer Mandatario?
¿Qué sucede si ese Presidente, un tonto grandullón él, se inventa una gripe, y una otitis, y un catarro, y cualquier otra cosa no mortal (de momento), para evitar la reprimenda del Jefe Espiritual de media humanidad, y para peor no tiene ni a mamá ni a papá para que le ayuden?
¿Qué pasa si ese grandullón hace gala de toda su incapacidad intelectual para intentar colarse en un acto como el llevado adelante en instalaciones de la ONU, para tomarse al menos una foto con el Papa, esperando de esa manera poder aseverar que se acercó al Jefe, que se tomó una fotografía junto a él y que, Gracias al buen Dios, no fue reprendido, al menos públicamente? ¡Y pudo mostrársela a todo el mundo, había salido indemne!
Allá por el mes de julio, el incapaz desistió de ir a dar la cara, evitó ir a hacer su tarea al Vaticano porque sabía que a las afueras de la Plaza de San Pedro había una gran cantidad de conciudadanos aguardando por él, pero no para vitorearlo por su gran gestión, sino para insultarle en catorce idiomas por si no entendiera el castellano; además que el Papa, en audiencia privada, le exigiría que abriera su corazón, que permitiera remover en algo sus sentimientos o al menos el sentido común, para que se diera cuenta que las ideas no se pueden encerrar, que los ideales no pueden ser encadenados y que la basura que día a día procura esconder debajo de la alfombra, ya está abultando al punto que todos la notan y no se puede caminar por el recinto sin tropezarse con alguna inmundicia.
Pero decidió inventarse una enfermedad, no contagiosa, no letal, pero dolencia al fin, zafando de las nalgadas espirituales que seguramente Francisco le daría para que dejara de ser pelotudo.
Los meses pasaron y su salud física fue mejorando, al punto que al estar el Papa en América, intentó un acercamiento en la cárcel más grande del Continente, Cuba, donde fue rechazado categóricamente por las autoridades vaticanas, entonces, desde su cerebrito pensó.- ¡Si Cristina lo sigue y lo persigue y hasta le enseña a tomar mate al Papa argentino, y nadie la ha golpeado todavía, yo también podré estar junto a él y pedirle su bendición!
Así que marchó hacía la ‘deleznable Norte América’ (dicho por él), para ubicarse en el edificio de la ONU, en la segunda fila, pasillo, donde indiscutiblemente le quedaban unos metros para lanzarse con facilidad, holgura y agilidad, hacia las blancas vestiduras, e implorar perdón.
El Papa hizo su discurso, fue aplaudido y se marchó, y el zopenco, que todo lo tenía calculado para poder acercarse a la autoridad eclesiástica, rompiendo con todos los protocolos establecidos para que el Papa le obsequiara una criolla sonrisa, no pudo lograr su cometido. Francisco siguió de largo sin darle la menor pelota, seguramente no lo vio.
El tener un físico enorme, no te hace más visible; muchas veces, como en esta oportunidad, cuando deseas entrevistarte con un hombre espiritual, él lo que percibe es el tamaño de tu espíritu, y percibo que el de Maduro es pequeño, muy pequeño, casi insignificante, por ello el Papa jamás se percató de su presencia.
Las causas del fracaso en realidad las sabrá Maduro, quien desde su paranoia podrá echarle la culpa a la obsecuente de Delcy, la canciller, por dejar un portafolios delante de sus pies haciéndole tropezar, o a la pajarita Gabriela Chávez, la que por estar mirando embelesada a un fornido marine, no le avisó que Francisco había terminado de hablar y ello lo retardó en la salida, o dirá que la guardia se lo impidió porque lo confundió con un yihadista, o que justo le vino un estornudo…
Dios es grande y no juega a los dados con el Universo y menos si ello incluye que un enfermo como Maduro (él dijo que estaba enfermo, no yo), pretende acercarse sin tapaboca a su directo representante en la tierra; miren si se le enferma el Papa Francisco justo ahora que teniendo más de 70, está trabajando tanto para despertar conciencias.
Otra vez será….Por este año, estás reprobado.

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